<script type="text/javascript"> var gaJsHost = (("https:" == document.location.protocol) ? "https://ssl." : "http://www."); document.write(unescape("%3Cscript src='" + gaJsHost + "google-analytics.com/ga.js' type='text/javascript'%3E%3C/script%3E")); </script> <script type="text/javascript"> var pageTracker = _gat._getTracker("UA-3999337-1"); pageTracker._initData(); pageTracker._trackPageview(); </script> <meta name='google-adsense-platform-account' content='ca-host-pub-1556223355139109'/> <meta name='google-adsense-platform-domain' content='blogspot.com'/> <!-- --><style type="text/css">@import url(https://www.blogger.com/static/v1/v-css/navbar/3334278262-classic.css); div.b-mobile {display:none;} </style> </head><body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d31187192\x26blogName\x3dUn+d%C3%ADa+lluvioso\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLACK\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://undialluvioso.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des_CL\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://undialluvioso.blogspot.com/\x26vt\x3d-5844280159193740993', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>
30 comentarios | jueves, agosto 31, 2006

Lo mismo de antes, no estaría mal si pudiesen escuchar esto mientras leen.

"The Will" (-pf solo version) por Taku Iwasaki.

"The Will"


Inicio:

Su rostro no parecía muy relajado mientras dormía, sus párpados parecían tener vida propia, pero aún así al momento de acostarla en mi cama había caído dormida al instante y ahora que por tercera vez en dos horas la voy a ver, sigue en la misma posición y con su misma aura de inocencia robada. Es lamentable supongo, la vida enseña de formas demasiado duras algunas veces, supongo, algunas veces ni siquiera enseña, sólo golpea, pero en ese momento intentaba no pensar tanto en la niña, no era asunto mío, mi labor estaría completa cuando la entregara a sus padres o a la policía.

Regresé a sentarme junto a mi botella de whisky, luego de terminar un vaso iba a ver cómo seguía la niña, ahora estaba comenzando mi cuarto vaso. Una y otra vez repasaba como fotografías tomadas muy rápido los hechos de esa noche, el miedo que por algunos instantes sentí, esa sensación de incomodidad al estar en ese callejón, intranquilidad, los restos de esa presencia tan extraña que parecía haber pasado por ahí, esa que parecía que se burlaba de mi desde algún lugar mientras yo estaba parado inútilmente en el callejón, sólo yo y esas dos manchas ovaladas y algo alargadas.

Suponía que era el whisky el que me hacía recordarlo todo de una manera más tétrica. Pero desde que me senté observando el primer vaso sujeto en mi mano, los matices que producían las pocas luces que entraban en el color del whisky, su aparente pureza, desde que me senté con ese primer vaso no dejaba de pensar en esos gritos de ayuda a unas cuadras de donde estaba, esos gritos de “¡demonio!” “¡demonio! “¡déjame en paz!”, y luego ese silencio turbio lleno de esa sustancia tétrica y agravado por el viento incansable en su carrera hacia nadie sabe dónde. No, nada de eso lo había causado el whisky, así como tampoco había causado la palidez de esa niña.

Claramente del único lugar de donde podrían haber salido esos ruidos era ese callejón, con el eco que producía y era el único lugar cerrado por ahí cerca. Pero aún así al llegar no había nada, supuse que si mataron a alguien, como era muy probable, podrían habérselo llevado rápidamente, haber salido del lugar antes que llegara, pero de ninguna manera podrían haber borrado toda evidencia física de lo que ahí pasó, de la persona que gritaba por ayuda. Incluso esas dos manchas de sangre, -¡pero si parece que las hubiesen dejado a propósito!- Eran tan insignificantes para sacar cualquier conclusión y por otro lado tan imponentes por el desorden que causaban en ese callejón tan fríamente ordenado por el silencio y el viento arremolinándose entre sus paredes. Ni siquiera se escuchó algún automóvil que pudiese haber sacado al cadáver rápidamente, aunque sin borrar toda evidencia. “Nada de eso, la persona que lo haya hecho, creo, y tal vez es lo único que puedo concluir, actuaba sola, y actuó de una manera demasiado rápida y también sin piedad asumo, porque no hay rastros de piedad en ese maldito callejón.” Pensaba en voz alta, como una técnica heredada de mi tío Jorge para sacar mis conclusiones.

Me preguntaba si la niña habría visto lo que pasó, o tal vez sólo lo habría escuchado, escuchar lo mismo que yo y que siendo mucho mayor que ella me hizo estremecer, esos gritos de auténtico terror, tal vez eso bastaría para haberla puesto así, pero y si vio algo, eso sería aún peor. “Tal vez mañana, podría preguntarle…No, no debería hacer eso, debería simplemente ponerla a salvo.”

Ahora me disponía a dejar mi vaso sobre la mesa y ver cómo seguía la niña cuando recordé lo de hacía dos años ya, la misma incertidumbre y la sensación de ser tan ínfimo ante algo superior. Eso mismo me llevó a recordar mi historia y cómo llegué a ese punto de hace dos años y al cual me encontraba en el presente, mi tío Jorge, él había hecho de mí un hombre de principios. Ser detective a los 20 años, era una cosa muy difícil de creer para la mayoría, pero aún más difícil sería que creyeran que ya tenía 6 años de experiencia, por eso es que a nadie se lo contaba, claro, sería algo sin sentido el solo hecho de comentarlo, con eso perdería credibilidad, pero esa es otra historia. La historia que siempre recuerdo es la mía, de la cual forma parte en gran medida la persona que más he respetado y la que me trae a este momento.

Con doce años no es fácil sobrellevar la muerte de tu padre, menos aún si jamás has conocido a tu madre, claro, por suerte entendía que mi padre había sido feliz y yo lo había sido con él, por lo que no había quedado con una sensación de que me había olvidado de decirle muchas cosas, siendo un niño, sentía que había amado lo suficiente a mi padre. Cuando esto pasó, me fui a vivir con mi único familiar cercano y por suerte una gran persona, mi tío, el hermano de mi padre, el hermano menor para ser más precisos, mi tío Jorge, el detective. Siempre me había llamado la atención su profesión, y bueno, supongo que a cualquier niño le gustaría vivir en el mundo de misterios, de buenos y malos, que suponen que es el de los detectives.

Cuando cumplí los 13 años, mi tío escuchó por fin mis súplicas y me comenzó a contar sobre su profesión, sobre sus trabajos, sus “aventuras” como yo las llamaba, era genial, sentía una admiración enorme por mi tío. En ese momento él tenía 55 años, 30 años de experiencia en el trabajo, se había hecho un nombre en ese mundo, le llovían clientes, se podía dar el lujo de aceptar los que más le interesaban, los que por lo general eran aquellos en que las personas se veían más necesitadas.

A los 14 años, ya me comenzaba a llevar en algunos de sus trabajos, aquellos no demasiado peligrosos, me hablaba sobre cada detalle de lo que hacía, sus conclusiones a partir de ciertas evidencias, de cómo interrogar discreta e indiscretamente, sobre cuándo usar la fuerza y cuándo dar un paso atrás. Cuando no estaba estudiando para la escuela y no estaba con mi tío, me dedicaba a estudiar sus casos o a mirar películas de detectives, no tenía amigos prácticamente, no los necesitaba, “un detective no es un sentimental” decía mi tío, aunque generalmente me sugería que consiguiera algún amiguito para hacer cosas de niños. Un detective privado era lo que yo quería ser, ya lo había decidido hace tiempo, y a los 15 años yo ya podía salir en cualquier trabajo con él, incluso podía estar presente cuando interrogaba a los clientes sobre el caso en cuestión, como su “asesor”.

Desde los 17 años ya me consideraba su compañero, mi tío de 59 años me llamaba aprendiz pero igualmente me trataba como a un compañero, me enviaba a hacer algunas investigaciones por mi cuenta, mientras el hacía otras, nos dividíamos el trabajo.

Vivíamos en nuestra casa/oficina, en la parte de atrás estaban nuestras habitaciones y un pequeño comedor, la parte delantera era la oficina, muy bien ordenada para recibir a los clientes y para concentrarnos al momento de trabajar. Los estantes en la oficina eran muy grandes, llenos de archivos, porque a m tío no le gustaba guardar todo en el computador, tenía respaldos virtuales y respaldos físicos para todo.

Todo era perfecto, hasta que un día, cuando yo ya tenía más de 18 años y mi tío más de 60, el timbre de la oficina sonó dos veces y mi tío dijo “adelante” mientras yo habría la puerta.

20 comentarios | martes, agosto 29, 2006

Me gustaría que quien leyera esto, lo hiciera escuchando lo que sigue, no es un video a pesar de tener una ventana...

Sei (Sei) Mono E No Chinkonk


Inicio:

Entre las sombras, el viento no dejaba escuchar el sonido de la evidencia, de la circunstancia, como si fuera poco con una oscuridad tan intensa, no había testimonios de lo que ocurrió, o al menos no podía encontrarlos. Sólo estaban esas pequeñas manchas de sangre en el muro a uno de los costados del callejón, dos manchas, ovaladas pero algo alargadas al mismo tiempo, nada más que eso, eso no me servía de mucho, el callejón era tan frío como frío se había vuelto mi corazón desde hace mucho. El trabajo lo requería, de otra forma nada salía bien al dejarse llevar por sentimentalismos. Con eso y todo, en esa escena había algo más fuerte que mi propia voluntad y frialdad de espíritu, había algo raro, una sensación de que algo superior a mí había pasado por ahí y había cumplido con algún simple trámite suyo y que yo no era más que una hoja empujada por el viento que transitaba el lugar, irrelevante, intrascendente, sin entender nada de nada.
Decidí retirarme de la escena, con lo poco y nada que había recolectado como “evidencia” dando vueltas en mi cabeza. Al dar vuelta la esquina, veo una niña sentada en la vereda con unos ojos tristes y acariciando a un gato callejero. Me llamó la atención que estuviese ahí sola a las 12:40am sentada en la oscuridad, en el frío, fuera de una casa que probablemente no era la suya. Junté algo de sentido común y me le acerqué. “Niña, qué haces aquí a estas horas, dónde vives”. No lo había notado antes, pero el rostro de la niña no miraba con cariño ni con ternura al gato mientras lo acariciaba, de hecho al parecer ni siquiera estaba mirando al gato, sino que al infinito o muy dentro de su mente, recordando algo, sus ojos estaban muy abiertos y sus dientes apretados, tenía miedo. Como la niña no contestó, cambié mis preguntas. “Niña, qué te ha pasado, por qué tienes esa cara, por favor contesta, no tengas miedo”. La niña seguía sin contestar, mientras el viento levantaba una ráfaga que congelaba mis huesos y probablemente los suyos también, pero ella no se inmutaba.
Intenté acercarme más y me agaché para estar a su altura, en ese momento, levantó su rostro rápidamente y me miró, como si de pronto hubiese vuelto a la vida de golpe y estuviera asimilando recién lo vivido en los últimos minutos u horas. Sus ojos estaban aún más abiertos, sus dientes se soltaron y emitió un grito desgarrador que me dejó paralizado, al momento siguiente, reaccioné cuando la vi abrazándome fuertemente y soltando lágrimas de desesperación ahogada durante mucho tiempo. Ahora la lluvia había hecho su entrada y protegí a la niña con mi abrigo mientras todo se empapaba rápidamente. Así me quedé durante un tiempo, protegiendo a la niña de la lluvia y de su propio, y para mí, desconocido temor.

La niña se negaba a contestar cualquier pregunta, incluso referente a su familia u hogar, pero sí hablaba para repetir una y otra vez que tenía frío, mucho frío. Después de todo, no me quedó más opción, junté algo de aire un poco resignado y le dije. “Vendrás conmigo por ahora, no te preocupes, sólo será hasta que me digas cómo encontrar a tu familia”. La niña no se negó, creo que para ella yo era una figura protectora después de algún acontecimiento en el que se sintió completamente sola y desprotegida. Así fue como la llevé a mi casa/oficina, a las 01:52am del día martes 26 de febrero.

El agua obligaba a trabajar rápidamente a los limpiavidrios, las gotas caían en sectores al azar del parabrisas e inmediatamente, justo cuando la visibilidad decaía, los limpiavidrios agrupaban a las gotas y las corrían hacia un lado, luego, lo mismo nuevamente, además de eso, las luces de los postes hacían más visible todo dentro de la cabina del auto para luego desplazarse y dejarlo todo a oscuras nuevamente mientras nos movíamos. Muchos elementos se unían a esa sinfonía de tétrico silencio, interrogantes, oscuridad y miedo. Cada algunos segundos miraba a la niña que iba sentada a mi lado, con el cinturón de seguridad bien puesto, esta tenía las manos apretadas tomando sus piernas, sus ojos no reflejaban emociones y sus dientes estaban nuevamente apretados. No le hice más preguntas ya que seguramente no las respondería de todos modos.
El otro pasajero, sí, éramos tres, era el gato, el gato estaba a los pies de la niña, ella no lo había querido dejar ahí, algo curioso ya que me había parecido que ni siquiera le importaba realmente el gato, pero al parecer me equivoqué. Cada ciertos minutos sus ojos cambiaban de esa expresión vacía a una de ternura, el gato se acariciaba en sus piernas y algunas veces se acostaba como pretendiendo dormir, se lavaba un poco y luego volvía a acariciarse en las piernas de la niña. Yo sólo esperaba que no hiciera sus necesidades en mi auto.
Ya faltaba poco para llegar a destino, pero ahora parecía que nuevamente la niña estaba cayendo en un lugar oscuro, las lágrimas afloraban de sus ojos y apretaba tanto sus manos en sus piernas que parecía que sentía la necesidad de hacerse daño. Lo bueno es que llegaremos pronto, pensaba yo, tal vez necesite dormir un poco y luego podrá hablar conmigo, creo que por mi parte no dormiré esta noche, hay mucho en qué pensar y queda algo de whisky en el minibar.

Estacioné el auto en el garaje y nos bajamos rápidamente y luego nos dirigimos a la entrada de mi casa/oficina. Sabía que adentro habría incluso más frío que afuera, sin duda no sería agradable para la niña, pero creo que en ese momento no podía hacer más por ella. Antes de pasar por la puerta de la casa, la niña no estaba llorando, estaba sonriendo un poco, pero estaba seguro de que no estaba alegre...Simplemente espero que no haya algo mal en su cabeza, que no le haya pasado algo tan malo, necesito hablar con ella rápido, pensé, y en ese mismo momento un extraño escalofrío recorrió todo mi cuerpo y sentí una sensación extraña, de esas que siento cuando hilo muchos cabos sueltos y al momento siguiente, ya estábamos adentro, la niña, el gato y yo.

7 comentarios | martes, agosto 22, 2006

No quiero perderme las cosas hermosas que muchas veces ignoro, no quiero seguir fijando la mirada en objetivos lejanos mientras el viento se lleva tantas cosas que han pasado lentamente a mi lado. Quiero detener el tiempo cuando esas cosas estén junto a mí, quiero girarme hacia ellas y dedicarles una sonrisa, quiero tomarlas en mis manos y verlas brillar, quiero sentir su calor, o disfrutar su brisa helada, refrescante, quiero morir y renacer en ellas, quiero soñar con esas cosas y no soñar con cosas intrascendentes, quiero saber que puedo disfrutar de las cosas más simples y también de las que nunca entenderé, quiero llorar mientras las veo y llorar al recordarlas, quiero sonreír cuando sepa que podré verlas, quiero sonreír también cuando sepa que antes las ignoraba, quiero ser libre frente a ellas, quiero volar donde nadie más esté y desde ahí observar sólo a esas cosas que merecen ser observadas.

Hoy no quiero hablar del amor, no quiero pensar, al menos, en estos minutos, en lo que siempre está en mi mente y no deja espacio para otras cosas. Hoy quiero pensar en esas cosas que hace mucho tiempo intento no dejar pasar, quiero hablar de esos días de otoño en que el viento puede molestar mucho, pero el simple hecho de salir a la calle y ver un paisaje desierto, con un silencio imponente que permite solamente a la brisa formar parte de la sinfonía, los árboles se mueven y van desprendiendo hojas que se arremolinan en el piso, parece que toda la calle estuviese inclinada, eso pasa muy pocas veces y quiero recordarlo. Quiero hablar de esas noches de invierno, en las que no tan comúnmente el cielo está completamente despejado y puedo exhalar un fresco vapor mientras la quietud de la noche hace que las estrellas parezcan más cercanas. Quiero hablar de las flores que muchas veces ignoro pero que tienen una docilidad y una dignidad fácil de ver si se les mira detenidamente. Quiero hablar de esas noches lluviosas que transforman los paisajes a tonos de gris, mientras las luces de los autos atraviesan la neblina y dejan ver las gotas cayendo ordenada y limpiamente mientras mi pelo empapado deja escapar una gota por mi cuello y siento todo el cuerpo entumecido.

Hay muchas cosas que no debemos olvidar y no está de más tomarse un tiempo para observarlas y tratar de entender aunque no lo logremos, son las cosas más hermosas y que parecen más simples, las que realmente son las más complejas formas de demostrarnos que podemos disfrutar de la vida.

Tal vez no sea así para todo el mundo, pero yo me lleno de emoción cuando me doy cuenta que estoy ante algo hermoso y que antes lo había pasado por alto, siento que he ganado mucho, siento que podría hablar del amor y de la filosofía más hermosa por horas sin ganar lo mismo que gano apreciando aquello que está frente a mí y que puedo sentir que forma parte de este mundo para hacerme feliz, tal vez parte de entender lo que hago aquí, esté en entender por qué debo apreciar todas esas cosas.

8 comentarios | viernes, agosto 11, 2006

Me preguntaste por qué callaba, por qué algunas veces no te decía lo que sentía ni te seguía acariciando. Yo sabía que te gustaba mucho que te acariciara suavemente mientras reposabas en mi pecho, lo sabía muy bien, pero no podía complacerte siempre.

Me preguntaste por qué callaba, por qué algunas veces no te decía lo que sentía ni te seguía acariciando. No contesté, pero comencé a acariciarte, cerraste tus ojos y continuamos así, una, dos horas si no me equivoco. Mientras tanto parecía que el mundo daba vueltas, no podía hacer más que seguir acariciándote, eras como mi equilibrio, o podía caer, sentía vértigo, pero acariciarte mientras cerraba mis ojos era todo lo que necesitaba, podría haber seguido así por siempre.

Pero me preguntaste de nuevo, me preguntaste por qué callaba, por qué algunas veces no te decía lo que sentía ni te seguía acariciando. Intenté contestar, pero en lugar de eso no seguí acariciándote, no te dije lo que sentía y me quedé callado. Te sonreíste, me besaste y luego te dormiste en mi pecho.

En lugar de dormir también, comencé a buscar una respuesta para entregarte cuando despertaras, porque hasta ese momento no la tenía. Comencé a pensar en por qué callaba, por qué algunas veces simplemente prefería el silencio incluso en compañía tuya. Me pregunté por qué no siempre te decía lo que sentía, también me pregunté por qué dejaba de acariciarte muchas veces y no hacía nada.

No podía encontrar respuesta alguna, pensé durante una hora completa pero creo que realmente no pensé en nada, mis manos, al darme cuenta, habían caído a los costados del sillón, estaban inertes, mi cabeza estaba relajada, al igual que mis ojos, que prácticamente se cerraban solos, seguía pensando hasta incluso olvidar que estabas junto a mí. Luego, me pude dar cuenta de lo que pasaba y me dejé llevar por el sueño hasta alcanzarte en alguna nube relajante.

Desperté y me mirabas, me sonreí y entonces, como me conocías bien, me dijiste que sabías que ahora sí te contestaría, por lo que nuevamente me preguntaste…

Me preguntaste por qué callaba, por qué algunas veces no te decía lo que sentía ni te seguía acariciando. Entonces, te respondí.

“Callo, porque pienso, no te digo lo que siento, porque pienso, no te sigo acariciando, porque dejo de moverme mientras pienso. ¿En qué pienso? Pienso en ti, te veo sonriendo, te veo llorando, te veo enojada, triste y alegre, hablo contigo, me contestas, te digo todo lo que siento, pero en mi cabeza, mientras te imagino, me olvido del mundo, incluso me olvido de ti, por pensar en ti, por imaginarte. Todo parece indicar que me has vuelto loco, cómo es imposible que te olvide ¡por estar pensando justamente en ti! Pero supongo que es esa mi respuesta, cuando sientes que no estoy contigo o que algo me pasa, es porque estoy en un lugar solitario y aislado de mi mente justamente contigo, amándote cada vez más, y cuando dejo de pensar y te veo junto a mí, es como si siguiéramos en ese lugar aislado. Tanto así es que te amo”

Hoy ya no estás conmigo, pero seguimos juntos en ese lugar solitario y aislado.

2 comentarios | viernes, agosto 04, 2006

Pienso mientras camino sin mirar,

las cosas más que borrosas son oscuras;

Y el silencio ha sido un fiel aliado de mis noches.

Cuando todo el resto calla y la noche vive eternamente,

en unas horas mágicas de melodías relajantes.


Inclino mi cabeza y la cubro con mis manos,

respiro hondamente y deslizo la mano por mi cara.

Cierro lentamente y luego vuelvo a abrir mis ojos,

escucho un eco de mi silencio mientras levanto la vista.


Me acaricio para conocer mis facciones,

suavemente, mientras una sonrisa se esboza en mi rostro.

Destellos en la noche, pequeños, desaparecen al abrir los ojos.

Mañana será otro día y lo viviré esperando la noche.


Otra vez camino sin atención a los sonidos del exterior.

Mis ojos entreabiertos mezclan la vida con mis sueños.

Estando despierto sueño más que mientras duermo,

las lágrimas me hacen diferente y me siento inmortal.


Al mirar a alguien más, no estoy viendo sino hablando,

esperando que responda como yo, sin hablarme…

Que asomen lágrimas ocultas en sus ojos y lo entienda.

Que se sienta inmortal y pueda ver dentro de mí.


Mientras tanto, una noche más me espera en silencio,

la recibo con respeto y con calma, con tristeza…

Tristeza de la que amo, melancolía, simpatía…

Felicidad y tristeza son lo mismo por las noches.


Todo es lo mismo, es muy poco y es suficiente.

Nada más necesito, nada más anhelo, nada más…

Puedo cerrar mis ojos libremente y sentir sin límites.

Todo avanza lentamente y se detiene junto a mí.


Mis facciones son más simples, me dibujo en la noche.

Me lleno de sentimientos de toda clase y sin control,

No podría estar más cerca del eterno silencio, y si quisiera…

Dejaría mis días para hacerlos parte de mis noches.


Seguiría eternamente sintiendo más allá de mi cuerpo.

Y nunca más abriría mis ojos, los destellos seguirían…

Seguirían por siempre y por siempre viviría soñando.

Y en silencio entregaría mis lágrimas a la noche.


Pero de eso aún no es tiempo, mientras tanto...

Caminaré bajo la lluvia sintiendo tanta alegría y

tanta tristeza que viviré soñando mientras sonrío.

Hasta que el tiempo llegue y la noche sea eterna.