<script type="text/javascript"> var gaJsHost = (("https:" == document.location.protocol) ? "https://ssl." : "http://www."); document.write(unescape("%3Cscript src='" + gaJsHost + "google-analytics.com/ga.js' type='text/javascript'%3E%3C/script%3E")); </script> <script type="text/javascript"> var pageTracker = _gat._getTracker("UA-3999337-1"); pageTracker._initData(); pageTracker._trackPageview(); </script> <meta name='google-adsense-platform-account' content='ca-host-pub-1556223355139109'/> <meta name='google-adsense-platform-domain' content='blogspot.com'/> <!-- --><style type="text/css">@import url(https://www.blogger.com/static/v1/v-css/navbar/3334278262-classic.css); div.b-mobile {display:none;} </style> </head><body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d31187192\x26blogName\x3dUn+d%C3%ADa+lluvioso\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLACK\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://undialluvioso.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des_CL\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://undialluvioso.blogspot.com/\x26vt\x3d-5844280159193740993', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>
11 comentarios | viernes, agosto 17, 2007


Estaba tan claro, a pesar de ser de noche, el silencio era el de siempre, pero la soledad ni se notaba, las sombras caminaban sobre las hojas moviéndose rápidamente y cambiando su tamaño y hasta un poco su forma. El aire, algo espeso, contenía grandes cantidades de minúsculas gotas que casi no podían ser vistas sino que sólo percibidas por su fría textura y delgada sencillez.

Una fogata nunca había sido tan poco abrasadora como esta, y no era que le faltase leña, parecía que lo húmedo del aire se superponía a cualquier otra sensación, pero además aquel árbol grabado no ayudaba a pensar mucho en algo más.

“Tanto esfuerzo me ha costado,

Pero comienzo a decaer,

Por fin mis párpados voy cerrando,

Ya casi te puedo ver,

Mis sueños vuelven,

También tu rostro,

El frío me envuelve,

Cada vez tenía menos fuerza el grabado en el árbol, se degradaba a tal punto que al parecer, quien lo haya hecho, ya no pudo ni siquiera intentar escribir la última línea.

No se podía saber con seguridad las palabras exactas, pero no era lo más importante, lo importante era que este árbol representaba el final de algún camino.

Mientras tanto, la humedad me seguía crispando, las sombras bailaban con un ritmo triste, las hojas de los árboles botaban pausadamente un suave rocío, una especie de melancolía, como lamentando la partida de un ser amado, como recordando las brisas lejanas de otoño, como murmurando una canción de amor.

De los árboles que había encontrado antes, el primero era una especie de poema, decía:


”Si enfermo me encontrase,

Mi salvación serían tus caricias,

Si la mente se me tornara en blanco,

Tú escribirías mi sonrisa,

Si mis manos no pudieran tocarte,

Me bastaría con tan sólo mirarte”

EL segundo árbol que había leído, era algún tipo de mensaje, una especie de nota personal:

“Hoy fue el primer paso,

Después de 5 años observando,

Ahora doy un paso adelante,

Le he hablado, aún no lo puedo creer,

Su voz era como el silencio más agradable,

Con una fragancia inolvidable.”

En algunos árboles había grabadas palabras de ánimo, algunas groserías, maldiciones, algunos parecían tener citas sacadas de algunos libros, otros eran tallados con señales que no entendía, había uno que decía:

“¡A la mierda todo!”

Otro decía:

“¡He vuelto a nacer!”

En otro, algo diferente:

”Le gustan las flores y la expresión de la luna.”

Todos los árboles habían sido tallados por la misma persona, no cabía duda, por muchos detalles, la profundidad del tallado, todos los tallados mirando hacia donde se pone el sol, sin considerar la conexión indudable entre todos los mensajes.

Aún así, no podía entender el último mensaje, pero había uno en particular, que me vino a la mente, lo había leído un poco antes, decía:

“He soñado tantos años,

No es justo despertar de esta forma,

Tus palabras, nunca fueron para mí,

Cuando yo estaba bajo el sol,

Tu sonrisa estaba bajo la luna,

Si me apago ahora, estaría todo muy bien,

Si me quedo en silencio,

Tal vez pueda dormir de nuevo…”

Decidí salir de aquel lugar, estaba todo muy confuso, lo mejor sería volver otro día.

El viento comenzaba a soplar más frío y chocaba con el bosque provocando sonidos distantes, la melancolía se hacía más fuerte en cada sombra y en cada árbol, mis pasos se escuchaban como culpables de invadir el duelo de un ser amado, como si no fueran bien recibidos, como si cada paso fuera una estaca sobre la tierra.

Algunos sonidos parecían llantos, pero poniendo atención, realmente pude escuchar un llanto, no tan lejano, pero muy débil como para parecerlo. Caminé despacio, con miedo, con curiosidad y timidez.

Me sorprendí al comienzo, la figura de una mujer apareció a algunos metros, arrodillada y abrazada de un árbol, tenue, llorando tan débilmente que parecían ser los llantos más sinceros que jamás había presenciado, llantos que parecían desgarrar al mismo bosque.

Me acerqué mientras la brisa se hacía más fuerte, y las gotas suspendidas parecían hacerse más densas, las sombras parecían haberse calmado, o tal vez también sufrían el dolor que la mujer parecía sentir.

Justamente al lado de la mujer me detuve, la quedé mirando y ella me miró, con sus ojos tapados en lágrimas, con su boca tan muerta que parecía que jamás se había abierto siquiera para suspirar.

No pude decir nada, de mí no salió nada.

El árbol al que estaba abrazada también tenía un tallado:


”Hermana, te amo demasiado,

Te he dañado mucho, lo sé,

Hoy puedo ver con la verdad,

Y aún así lloro por ella,

Mañana tal vez la vea nuevamente,

Sé que tú me has estado cuidando,

Te estoy eternamente agradecido”

Me arrodillé junto a la mujer, de alguna forma pude compartir su dolor, creo que la podía ayudar sólo de esa forma, mientras ella seguía abrazada del árbol, con la noche tapando su pena, en ese momento entendí que no era humedad lo que nos envolvía, simplemente eran lágrimas que se suspendían en ese bosque, en silencio, melancólicas, sinceras. Me quedé de rodillas junto a ella, por alguna razón no podía moverme, sentía que debía quedarme ahí, tanto tiempo como fuese necesario, compartiendo algo demasiado grande como para ser soportado por una sola persona. Hasta hoy creo que el bosque también soportaba ese peso...

Su nombre era… No viene al caso. Sufría de esquizofrenia. Estuvo enamorado durante algo más de diez años de una mujer que nunca existió. Su hermana siempre estuvo para protegerlo, él amaba a su hermana, y ella lo amaba a él.

Su cuerpo fue encontrado en el bosque en Abril del 2005, un poco antes de que yo leyera su diario.

De alguna forma fue contando su historia dentro del bosque, en parte tal vez una historia cierta, sólo en parte. Sus tallados eran sus sentimientos, el bosque fue su mejor amigo.

Esto es todo lo que pude averiguar de él, pero todos los días pienso en esa extraña noche que pasé de rodillas sintiendo el peso de la fuerza de la vida.

“Hermana, ¡hoy he conocido a una mujer genial!

Por ahora sólo la he visto, no me animo a hablarle.

Espero que no te moleste, pero desde ahora…

Amo a otra mujer aparte de ti.

¡Las amaré a las dos, por siempre!”

Febrero de 1995.