<script type="text/javascript"> var gaJsHost = (("https:" == document.location.protocol) ? "https://ssl." : "http://www."); document.write(unescape("%3Cscript src='" + gaJsHost + "google-analytics.com/ga.js' type='text/javascript'%3E%3C/script%3E")); </script> <script type="text/javascript"> var pageTracker = _gat._getTracker("UA-3999337-1"); pageTracker._initData(); pageTracker._trackPageview(); </script> <meta name='google-adsense-platform-account' content='ca-host-pub-1556223355139109'/> <meta name='google-adsense-platform-domain' content='blogspot.com'/> <!-- --><style type="text/css">@import url(https://www.blogger.com/static/v1/v-css/navbar/3334278262-classic.css); div.b-mobile {display:none;} </style> </head><body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d31187192\x26blogName\x3dUn+d%C3%ADa+lluvioso\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLACK\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://undialluvioso.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des_CL\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://undialluvioso.blogspot.com/\x26vt\x3d-5844280159193740993', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>
6 comentarios | jueves, septiembre 28, 2006

Los capítulos anteriores de este relato se encuentran aquí:

Capítulo I, "Silencio"
Capítulo 2, "Recuerdos"

Taku Iwasaki, álbum: "Zenki", pieza: "In Memories"
"In Memories -KO-TO-WA-RI-"

Inicio:

Un hombre pálido con unos ojos grandes y las manos empuñadas fuertemente caminó por la habitación hasta sentarse frente al escritorio de mi tío. Enseguida le ofrecí agua, claramente el sujeto no se encontraba bien, parecía a punto de desmayarse. Antes de que pudiésemos preguntarle algo y luego de tomar algo de agua, comenzó a hablar...

Por favor, tienen que ayudarme, es…es…no tiene piedad, no le interesa nada, necesito ayuda, por favor, estoy seguro de que soy el siguiente, quiere borrar su existencia, ¡ya van dos de mis compañeros, por favor, necesito ayuda, por favor!...

¡Cálmese!-agregó Javier Valmer, mi tío, mientras golpeaba el escritorio con su mano derecha. Si buscaba calmar al hombre, lo logró.

“Por favor, comience desde el principio y relate todo lo que necesitemos saber, con calma”… La voz de mi tío era ahora serena y firme. El hombre cerró los ojos por unos segundos y comenzó su relato…

Nosotros habíamos echo un trabajo para él, nos prometió mucho dinero y también traer a nuestras familias que están en otro país, no viene al caso cual, pero prometió traerlas.

Era demasiado simple, sólo teníamos que matar a este hombre…alguien de importancia supongo, nosotros, sin nada que perder, como inmigrantes ilegales, accedimos al trato, el dinero y asegurar que nuestras familias llegaran a salvo era suficiente. Cuando cierta noche teníamos al hombre que debíamos matar donde lo queríamos, nos dimos cuenta que tenía familia, tenía hijos, pero ya era tarde para arrepentimientos, de todas formas ya habíamos llegado muy lejos, así que terminamos el trabajo.

Al comienzo…este...hombre, si se le puede llamar así a ese demente, nos entregó el dinero y ya sólo faltaba que nos trajera a nuestras familias para completar el trato, pero las cosas comenzaron a complicarse, dejamos evidencias, la policía comenzó a acercarse a nosotros, hasta que dieron con uno de los cuatro y durante una persecución le dispararon en un brazo. Antes de llevarlo a la cárcel, lógicamente tenían que llevarlo al hospital, había perdido mucha sangre y estaba inconciente, así que esperé el momento adecuado y gracias al dato de otro de mis compañeros fui a visitarlo al hospital, tenía que hacerlo cuidando de no llamar la atención del oficial que lo vigilaba fuera de su habitación, simplemente iba a buscar la forma de entrar en algún descuido o a conformarme con saber que estaba bien. Cuando en la recepción pregunté por la habitación en que estaba mi compañero, me dijeron que justo hace unos instantes un doctor al parecer nuevo había preguntado por su habitación, la secretaria dijo que no conocía a ese doctor, pero que era una persona muy encantadora, dijo que aún no tenía su credencial del hospital, pero de todas formas lo dejó pasar, además nadie intentaría hacerse pasar por un doctor así nada más, menos alguien con esos hermosos ojos verdes.

Cuando subí al tercer piso y a medida que me acercaba a la habitación, veo a la misma persona que nos contrató, el mismo muchacho de no más de 20 años, el mismo muchacho que seguramente señaló la secretaria, una persona de metro ochenta, esbelto, de ojos verdes, traía puesta una de esas mascarillas que usan los cirujanos, estaba saliendo de la habitación en que estaba mi compañero, con una expresión de risa en los ojos y su bata blanca bien planchada, y saludando muy jovialmente al policía a la salida de la habitación. Luego de dar unos pasos me vio y seguramente notó mi cara de sorpresa, se puso de pronto muy serio y luego, sacándose la mascarilla mientras avanzaba, ya con el policía detrás de él, se fue revelando su cara muy sonriente, se me acercó caminando lentamente, con la mirada fija en mí y se detuvo justo al lado mío. No olvidaré nunca sus palabras…“Ni siquiera han podido tapar sus propias huellas, podrían haber tenido lo que querían pero ni siquiera merecen vivir, la vida no significa nada pero menos aún significan ustedes, te dejaré para el final, para que llores los últimos momentos de cada uno de tus amigos, también a cada persona que le digas esto la borraré del camino, nadie sabrá que existo, al menos nadie que no merezca saberlo, borraré mi existencia borrándolos a ustedes y a cada pequeño obstáculo en mi camino, yo seré el único que quede cuando todo termine, nadie más que yo”… Todo esto lo había dicho con la misma cara sonriente con la que salió de la habitación mientras seguía parado a mi lado y con la mirada hacia delante en algún punto fijo mientras hablaba, con tono de menosprecio. Luego siguió su camino hacia el elevador.

Unos segundos después reaccioné y me llené de temor, cuando miré hacia la habitación, el policía no estaba, era el cambio de turno y al parecer no se estaba tomando muy en serio su trabajo y estaría conversando con el policía al que le correspondía el nuevo turno mientras se tomaban un café. Corrí a la habitación y me encontré con lo que suponía, todas las máquinas que detectaban los signos vitales de mi compañero estaban apagadas, pero no sabía decir si mi compañero seguía con vida, así que las prendí todas apretando tanto botón como encontré, estaba desesperado, cuando por fin logré encenderlas, comenzaron a sonar de distintas formas, pitidos continuos y algunos pitidos intermitentes, uno en particular se escuchaba muy fuerte, creo que llamé la atención de todos, y sin duda alguna mi compañero ya estaba muerto. En ese momento un policía y dos enfermeras entraron corriendo a la habitación, las enfermeras comenzaron a llamarme asesino y me miraban llenas de odio y algo de temor, el joven policía parecía atontado por los gritos de las enfermeras y no había reaccionado aún, por lo que salí corriendo empujándolo contra la puerta y salí del edificio tomando las direcciones más entrecortadas que pudiese encontrar, corriendo durante mucho tiempo para tratar de despistar a las numerosas sirenas que aparentemente me perseguían.

De cometer un horrendo crimen y estar aún impune, pasé a ser culpado de otro que no cometí, pero había logrado escapar, sin embargo, tenía los nervios destrozados.

Ese hombre, ese muchacho con esos ojos verdes llenos de determinación y esa risa encantadora además de sus palabras de hierro, no sólo nos había mandado a matar a ese hombre de familia, sino que había matado a mi compañero sin ningún esfuerzo, piedad ni arrepentimiento saliendo lleno de risa de su habitación después de ponerle fin a su vida y había amenazado con eliminarnos a todos los restantes, los tres restantes.

Dígame usted – Interrumpió mi tío.

Dígame cómo mataron ustedes al hombre que les encargaron matar, usted hablaba sobre la falta de piedad de ese joven, ¿tuvieron piedad ustedes?...

La pregunta dejó algo sorprendido al hombre, pero luego contestó muy nerviosamente…

Pues no, supongo que no tuvimos piedad, pero sí arrepentimiento. Y lo matamos como nos explicaba Josué en la carta, así se llama el joven que nos contrató, ese demente desgraciado.

Nos dio una carta, y nos dijo que cuando tuviésemos frente a nosotros a la víctima, abriéramos la carta. Le hicimos caso, y cuando abrimos la carta, nos encontramos con todo el detalle de cómo debíamos matar a la víctima, paso por paso, se podía incluso intuir la falta de emociones de quien escribió esa carta.

Pero no quiero seguir hablando de eso, ni tampoco quiero hablar de la carta que Josué me envió diciéndome la forma en que mataría a cada uno de mis compañeros restantes e incluso una idea tentativa de cómo podría matarme a mí. Lo cierto es que ya mató a mis otros dos compañeros, al primero lo encontraron muerto de un disparo en la cabeza, no encontraron la bala, al parecer fue extraída quirúrgicamente luego de su muerte, sí se encontraron restos de pólvora, pero nada de huellas ni pista alguna, aparentemente lo mató, o lo mandó a matar tal como me indicaba en la carta que me dejó. Sé todo eso porque me lo contó mi otro compañero, a él le alcancé a contar de la carta, y le dije de la forma en que relataba que lo matarían. Mi compañero contestó que eso no pasaría porque no podría encontrarlo, se escondería muy bien, ya sabía dónde.

Pero así y todo, a los dos días leí en los periódicos que mi amigo había sido encontrado muerto, en un túnel subterráneo que llevaba de una taberna a una casa abandonada.

Había muerto al parecer según los diarios, por la ingesta de cuatro tipos de venenos en pequeñas dosis, al parecer típicamente no suficientes para matar a alguien, pero también aparentemente había recibido una inyección intravenosa con otra sustancia mientras dormía por la ingesta de los otros venenos. Al parecer esta última fue la que resultó en su muerte. En la carta incluso indicaba los nombres de los venenos que usaría y sobre la inyección que terminaría con su vida, que según Josué contaba en la carta, era otra vida más que le pertenecía.

Mi tío y yo, en ese momento, no sabíamos cómo reaccionar ante el relato, no sabíamos si pensar en que teníamos un loco frente a nosotros, o a un asesino que se había vuelto una víctima…

Justo en ese momento un fuerte sonido de cristales rompiéndose y una fuerte ráfaga de viento entrando a la casa entre los cristales rotos, sumado a las luces de los relámpagos que comenzaban a aparecer en medio de lo que ahora era una tormenta, interrumpieron mi recuerdo de lo que había pasado dos años antes.

Dejé el vaso vacío en la mesa de centro y me levanté un poco aturdido por la repentina brusquedad con la que había salido del pasado. Lo primero que pensé fue en ver cómo estaba la niña luego de esto, me di la vuelta y miré hacia donde estaba la puerta que daba a la habitación donde yo dormía antes y donde ahora estaba ella.

No alcancé a dar dos pasos cuando otro relámpago asomándose por los ventanales iluminó el rostro de la niña que estaba de pie e inmóvil fuera de la puerta que estaba ahora abierta y que unía la habitación con el living donde yo me encontraba.

El gato que había estado durmiendo a sus pies, ahora corría asustado por la casa sin saber qué hacer, mientras que otra ráfaga del frío viento, arrastró hacia mi una fuerte sensación de incomodidad y otro relámpago me dejó ver en el piso, una vieja rueda de triciclo que había sido la que arrastrada por el viento rompiera los cristales de la ventana.

La niña extendió sus manos en dirección al gato, mientras mirando al suelo y cayendo lentamente de rodillas repitió serenamente lo que yo había escuchado también esa noche…

“demonio…demonio…déjame en paz”

6 comentarios | sábado, septiembre 23, 2006

Esa hambre que no puede ser calmada, que es más profunda que el cuerpo mismo y que atraviesa el alma con su agudo filo.

Esa ira que enrojece el cielo y cambia el curso de las palabras para quitarles su sentido y cubrirlas de resentimiento.

Ese silencio que las palabras no alcanzan, que es tan firme y honesto que no puede ser quebrantado y parece eterno.

Esas lágrimas que no caen de los ojos porque estos nada ven, son lágrimas de sangre desbordando en el cuerpo llenas de dolor.

Esa fuerza sin sentido que se encuentra encerrada en la cárcel implacable del sentido común pero que cada día hiere más la voluntad.

Esa luz donde ya había claridad.

Esa oscuridad donde la noche no menguaba.

Eso que fortalece lo que no necesitamos y debilita aquello que nos sostiene.

Esa flor cuya belleza no nos pertenece pero no podemos olvidar.

Esa falta de amor que no tiene nada que ver con el amor.

Esa ternura encarcelada con barrotes de nostalgia.

Eso que no es, pero no sabemos si algún día fue.



Qué se puede hacer cuando se siente todo eso que es igual que no sentir nada, qué se puede hacer con esa sensación de vacío que no permite a los sentimientos fluir para entregar algo a todos o a uno mismo.
Yo prefiero no entregar nada que refleje ese vacío, o prefiero esperar, porque sé que esto viene y va, y llegará de nuevo, yo prefiero esperar y entregar algo cuando ya no despierte a mitad de la noche esperando sentirme mal y sentir ganas de llorar, que es mucho mejor que no sentir nada en lo absoluto. Qué se puede entregar al resto si uno mismo no siente nada. Yo he preferido esperar, es por eso que no he estado y es por eso que ustedes mismo muchas veces seguramente tampoco han estado.

Ya lo he dicho antes y siempre lo diré, es mejor sentir algo de tristeza o de melancolía, es mejor despertar con lágrimas en los ojos que despertar sin sentir nada, espero que cuando termine de escribir esto sienta ganas de reír o de llorar.