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10 comentarios | martes, agosto 25, 2009

Dónde encuentro la vida que me robaste, dónde la dejaste, si no querías usarla, si no te sirve de nada, por qué no me dejaste conservarla, por qué tenías que quitármela.

Qué hago ahora, yo te la habría dado, pero tú me la robaste y no la usaste, ahora no puedo dársela a otra mujer, ahora no tengo nada que ofrecer.

3 comentarios | martes, abril 01, 2008

Una luz dorada lastimó mis ojos, había olvidado cerrar las cortinas… hacía tiempo que el sol no entraba por esa ventana en una mañana, pero como el sol nunca se rinde, a la primera oportunidad y sin pedir permiso, dejó caer su cálida fragancia sobre mi cama. Levanté la cabeza e intenté ver hacia fuera, pero iluminaba tanto que no me dejaba ver más allá de la ventana. De golpe dejé caer la cabeza sobre la almohada, algo resignado, tenía pensado dormir más, cuatro horas no eran mucho pero ya no lograría quedarme dormido de nuevo. Me puse de pie y caminé hacia la luz, mientras mis ojos se acostumbran comenzaba a ver siluetas del otro lado de la ventana, árboles, casas, y también al motivo por el cual no me gustaba levantarme tan temprano y cerraba siempre las cortinas antes de acostarme, sabía que estaría allí, de pie a esa hora, mirándome incluso si las cortinas hubiesen estado cerradas, a pesar de que podía ver con un solo ojo, no con su ojo blanco que mantenía cerrado casi siempre, casi… Cada vez que lo veía me hacía volver en el tiempo, verlo allí parado, observándome, me desgarraba.

En aquel entonces mi mente estaba siempre en cualquier parte, los negocios, las vacaciones, las amistades, de todo, me preocupaba de mis cosas y muy poco por los demás, así era feliz y eso era lo importante. Con mi mujer me había vuelto algo frío, si bien la quería, le estaba dando más importancia a los negocios, porque según yo, era necesario tener el futuro asegurado primero y luego podíamos disfrutar más, era mi visión lógica, no tenía fallas según yo, era la forma perfecta de abordar la vida.

Es curioso como a veces, todo lo que creemos correcto y todo lo que planeamos se derrumba de tal forma que no podemos hacer más que observar cómo genera una cadena de sucesos, una onda expansiva que nos empuja fuertemente hacia el suelo, sin dejar que nos levantemos, apenas dejándonos respirar y desesperarnos por aquello que estamos perdiendo, por lo que tal vez no podremos recuperar.

Aquella tarde mi mujer me llamó al celular, yo iba manejando mi auto nuevo y le contesté de buen humor, a los pocos segundos ese buen humor se transformó en rabia cuando me dijo que quería el divorcio, que estaba cansada de una persona tan fría como yo, que no había razones y que después de llorar toda la mañana tomó la decisión.

Después de que me colgara, mi cara estaba roja, un rojo furia en realidad, 26 nuevas canas me crecieron en un instante, mis manos sudaban sobre el volante, mi corbata parecía la soga más áspera que se pudiera encontrar, las calles estaban llenas de rostros burlones, ni siquiera era pena, sólo rabia, ira, frustración. Pero esa era la primera pieza del dominó, las cosas suceden de la forma más extraña que uno se pueda imaginar, y en este caso esa forma tenía la apariencia de una mujer y su gato, que aparecieron de pronto frente al parabrisas y que en un segundo ya no estaban ahí.

Frené de golpe pero ya era tarde, blanco, ya no estaba rojo, ahora no sentía mis manos ni mis piernas, sólo funcionaban mis ojos mostrándome una y otra vez esos cuadros que duraban 1 segundo, donde podía ver a una mujer sosteniendo un gato gris en medio de la calle e intentando reaccionar a lo que su cuerpo se negaba a comprender.

10 minutos después, los policías me tuvieron que bajar del auto, yo no podía hacerlo por mí mismo, sólo en el momento en que uno de ellos me tocó el brazo pude estallar en un grito de locura e intentar llamar a una ambulancia.

-Ya es tarde- me dijo el policía, la mujer está muerta.

-¿Y el gato?- pregunté yo.

-¿Qué gato?

Pasaron dos meses de trámites legales, de juicio, de caras de odio y familiares amenazando mi vida, de noches enteras en casa sin poder dormir por la noche mientras repetía 21.600 veces ese segundo en las 6 horas diarias en las que intentaba quedarme dormido sin éxito aparente, mientras el tic-tac del reloj marcaba exactamente el momento en que vivía todo una vez más.

Inocente, libre. Resultó que la mujer había cruzado en un lugar no indicado y había salido detrás de otro vehículo según los testigos, o sea yo no tenía la culpa, pero eso a mí no me importaba, porque aunque ella hubiese cruzado en la esquina, aunque yo hubiese tenido una cuadra completa para verla, no la habría visto, porque estaba cegado por el sentimiento de odio hacia alguien que, según yo, no había querido entender mi genialidad para pensar en el futuro.

Aún así, después de la resolución, llegué a mi casa vacía con una pequeña sonrisa en mi rostro, como reaccionando al dictamen de la sociedad que me declaraba inocente, si ellos me consideraban inocente, ¿por qué no considerarme inocente yo mismo?

Pero esa sonrisa duró poco, al disponerme a abrir la puerta, por esas casualidades de la vida miré a un costado y pude ver una pequeña sombra, que al enfocarla bien, se transformó en un pequeño gato gris. Lo miré con más atención y pude ver que mantenía un ojo cerrado, lo seguí mirando y lentamente lo comenzó a abrir, lo abrió a tal punto de que se veía más grande que su otro ojo, y no sólo eso, el ojo estaba totalmente blanco, no había una pupila o algo más allí, totalmente muerto… Y al poner esa palabra en mi mente, escuché un leve tic-tac en mi cabeza… tic-tac… y por un segundo pude ver nuevamente esa imagen de la muerte que pensaba que podría olvidar… y en esa imagen no cabía duda de que aquel gato que la mujer llevaba era el mismo que ahora me mostraba su pequeño ojo sin vida. Mi sonrisa se borró mientras lo seguía observando, luego subió rápidamente al techo de una casa vecina y desapareció bajo la luna menguante.

A la mañana siguiente, el sol me despertó con su cálida fragancia matinal, me acerqué a la luz como de costumbre y escuché un pequeño “Nyaa…” del otro lado de la ventana. El gato estaba allí afuera, sentado sobre sus patas traseras y mirándome con un solo ojo, mientras el otro permanecía cerrado. Nos quedamos mirándonos unos cinco minutos, en su cara creía ver odio, no podía ser otra cosa, cerré las cortinas y salí de mi habitación.

La misma escena se repetía todos los días.

-¡Largo, no tengo nada que decirte, vete!

-“Nyaa…”- Me respondía…

-¡Vete!

Pero el gato seguía allí. Una nueva mañana llegaba y el nunca me hacía caso, se quedaba viéndome mientras se me crispaban los pelos y la piel se me hacía de gallina.

Le comencé a arrojar piedras pero no se movía, incluso me llevé una sorpresa cuando una piedra le dio en el lomo y el gato luego de retorcerse un poco por el dolor, retomó su posición y me siguió observando. Me sentí aún peor y no le volví a arrojar piedras. Finalmente opté por dejar cerradas las cortinas y levantarme un poco mas tarde, de esa forma cuando salía al trabajo no lo veía, aunque podía sentir que todos los días seguía en el mismo lugar, observándome a través de las cortinas.

Esa mañana olvidé cerrar las cortinas, y lo pude ver del otro lado de la ventana, tal vez quería decirme algo y no podía, tal vez estaba haciendo algo mal al evitarlo, tal vez me observaría para siempre mientras su dolor por aquella mujer muerta no cesara. Abrí la ventana y me senté en la cama, durante diez minutos esperé a ver qué pasaba, hasta que el gato apareció de un brinco y entró en mi habitación. Me sentí un poco extraño, como si un espíritu vengativo entrara en mis dominios, pero luché contra eso y caminé hacia la cocina. El gato me siguió, despacio, silencioso.

Abrí una caja de leche y la serví en un plato, me senté en una silla de la pequeña aunque cara mesa de la cocina y esperé a que el gato se la terminara.

Apenas terminó con eso, el gato se fue nuevamente por donde vino.

Durante varios días repetí el mismo proceso, ya me estaba acostumbrando a su corta compañía, y a pesar de que siempre me recordaba ese segundo mortal, ahora lo lograba tolerar un poco más.

Uno de esos días, el gato terminó su plato de leche y me habló.

-Nyaa…

-¿Qué dices?

-Nyaa…

No entendía lo que quería decirme, pero me lo hizo entender él. Se acercó y subió a mis piernas, puse la palma de mi mano suavemente sobre su cuerpo enrollado y cerró su ojo sano.

Tic-tac… un segundo que se repitió varias veces, y una lágrima que cayó sobre la cabeza del gato.

-Nyaa…
-Disculpa.

El gato se quedó dormido y yo me quedé pensando mientras su calor me adormecía las piernas.

Finalmente lo adopté como mi mascota, y tal vez como mi compañero. Creo que los dos seguíamos recordando esa escena mientras dormíamos juntos en mi habitación o en la silla de la cocina. Pero al estar juntos, estaba yo por mi parte, pagando mi deuda, y él, haciendo que la deuda se pagara y encontrando alguien más que cuidara de él.

Aparte de todo, pienso que aún nos falta algo, ambos necesitamos una mujer que nos haga felices, que nos proteja, creo que nos buscaré a alguien, cuando encuentre a alguien le preguntaré al gato, y si responde “Nyaa…” entonces tendré su aprobación. Puede ser que después de todo estuviera haciendo las cosas mal, tal vez si encuentro a alguien cambie un poco, o tal vez no pueda, aún debo averiguarlo, pero a esa mujer a quien arrebaté la vida no la olvidaré nunca, y a su gato, mi gato, al que ahora protejo y realmente quiero, lo cuidaré no sólo para pagar mi deuda, sino porque compartimos algo especial. Por cierto, hoy le puse un nombre, se llama “Nya”.

11 comentarios | viernes, agosto 17, 2007


Estaba tan claro, a pesar de ser de noche, el silencio era el de siempre, pero la soledad ni se notaba, las sombras caminaban sobre las hojas moviéndose rápidamente y cambiando su tamaño y hasta un poco su forma. El aire, algo espeso, contenía grandes cantidades de minúsculas gotas que casi no podían ser vistas sino que sólo percibidas por su fría textura y delgada sencillez.

Una fogata nunca había sido tan poco abrasadora como esta, y no era que le faltase leña, parecía que lo húmedo del aire se superponía a cualquier otra sensación, pero además aquel árbol grabado no ayudaba a pensar mucho en algo más.

“Tanto esfuerzo me ha costado,

Pero comienzo a decaer,

Por fin mis párpados voy cerrando,

Ya casi te puedo ver,

Mis sueños vuelven,

También tu rostro,

El frío me envuelve,

Cada vez tenía menos fuerza el grabado en el árbol, se degradaba a tal punto que al parecer, quien lo haya hecho, ya no pudo ni siquiera intentar escribir la última línea.

No se podía saber con seguridad las palabras exactas, pero no era lo más importante, lo importante era que este árbol representaba el final de algún camino.

Mientras tanto, la humedad me seguía crispando, las sombras bailaban con un ritmo triste, las hojas de los árboles botaban pausadamente un suave rocío, una especie de melancolía, como lamentando la partida de un ser amado, como recordando las brisas lejanas de otoño, como murmurando una canción de amor.

De los árboles que había encontrado antes, el primero era una especie de poema, decía:


”Si enfermo me encontrase,

Mi salvación serían tus caricias,

Si la mente se me tornara en blanco,

Tú escribirías mi sonrisa,

Si mis manos no pudieran tocarte,

Me bastaría con tan sólo mirarte”

EL segundo árbol que había leído, era algún tipo de mensaje, una especie de nota personal:

“Hoy fue el primer paso,

Después de 5 años observando,

Ahora doy un paso adelante,

Le he hablado, aún no lo puedo creer,

Su voz era como el silencio más agradable,

Con una fragancia inolvidable.”

En algunos árboles había grabadas palabras de ánimo, algunas groserías, maldiciones, algunos parecían tener citas sacadas de algunos libros, otros eran tallados con señales que no entendía, había uno que decía:

“¡A la mierda todo!”

Otro decía:

“¡He vuelto a nacer!”

En otro, algo diferente:

”Le gustan las flores y la expresión de la luna.”

Todos los árboles habían sido tallados por la misma persona, no cabía duda, por muchos detalles, la profundidad del tallado, todos los tallados mirando hacia donde se pone el sol, sin considerar la conexión indudable entre todos los mensajes.

Aún así, no podía entender el último mensaje, pero había uno en particular, que me vino a la mente, lo había leído un poco antes, decía:

“He soñado tantos años,

No es justo despertar de esta forma,

Tus palabras, nunca fueron para mí,

Cuando yo estaba bajo el sol,

Tu sonrisa estaba bajo la luna,

Si me apago ahora, estaría todo muy bien,

Si me quedo en silencio,

Tal vez pueda dormir de nuevo…”

Decidí salir de aquel lugar, estaba todo muy confuso, lo mejor sería volver otro día.

El viento comenzaba a soplar más frío y chocaba con el bosque provocando sonidos distantes, la melancolía se hacía más fuerte en cada sombra y en cada árbol, mis pasos se escuchaban como culpables de invadir el duelo de un ser amado, como si no fueran bien recibidos, como si cada paso fuera una estaca sobre la tierra.

Algunos sonidos parecían llantos, pero poniendo atención, realmente pude escuchar un llanto, no tan lejano, pero muy débil como para parecerlo. Caminé despacio, con miedo, con curiosidad y timidez.

Me sorprendí al comienzo, la figura de una mujer apareció a algunos metros, arrodillada y abrazada de un árbol, tenue, llorando tan débilmente que parecían ser los llantos más sinceros que jamás había presenciado, llantos que parecían desgarrar al mismo bosque.

Me acerqué mientras la brisa se hacía más fuerte, y las gotas suspendidas parecían hacerse más densas, las sombras parecían haberse calmado, o tal vez también sufrían el dolor que la mujer parecía sentir.

Justamente al lado de la mujer me detuve, la quedé mirando y ella me miró, con sus ojos tapados en lágrimas, con su boca tan muerta que parecía que jamás se había abierto siquiera para suspirar.

No pude decir nada, de mí no salió nada.

El árbol al que estaba abrazada también tenía un tallado:


”Hermana, te amo demasiado,

Te he dañado mucho, lo sé,

Hoy puedo ver con la verdad,

Y aún así lloro por ella,

Mañana tal vez la vea nuevamente,

Sé que tú me has estado cuidando,

Te estoy eternamente agradecido”

Me arrodillé junto a la mujer, de alguna forma pude compartir su dolor, creo que la podía ayudar sólo de esa forma, mientras ella seguía abrazada del árbol, con la noche tapando su pena, en ese momento entendí que no era humedad lo que nos envolvía, simplemente eran lágrimas que se suspendían en ese bosque, en silencio, melancólicas, sinceras. Me quedé de rodillas junto a ella, por alguna razón no podía moverme, sentía que debía quedarme ahí, tanto tiempo como fuese necesario, compartiendo algo demasiado grande como para ser soportado por una sola persona. Hasta hoy creo que el bosque también soportaba ese peso...

Su nombre era… No viene al caso. Sufría de esquizofrenia. Estuvo enamorado durante algo más de diez años de una mujer que nunca existió. Su hermana siempre estuvo para protegerlo, él amaba a su hermana, y ella lo amaba a él.

Su cuerpo fue encontrado en el bosque en Abril del 2005, un poco antes de que yo leyera su diario.

De alguna forma fue contando su historia dentro del bosque, en parte tal vez una historia cierta, sólo en parte. Sus tallados eran sus sentimientos, el bosque fue su mejor amigo.

Esto es todo lo que pude averiguar de él, pero todos los días pienso en esa extraña noche que pasé de rodillas sintiendo el peso de la fuerza de la vida.

“Hermana, ¡hoy he conocido a una mujer genial!

Por ahora sólo la he visto, no me animo a hablarle.

Espero que no te moleste, pero desde ahora…

Amo a otra mujer aparte de ti.

¡Las amaré a las dos, por siempre!”

Febrero de 1995.

11 comentarios | lunes, abril 09, 2007


Link a la foto original aquí (por los derechos de autor, claro ^^)

:: El Acantilado ::

Con sus brazos abiertos y por momentos cerrando los ojos, con los pies juntos y las rodillas algo temblorosas, miró hacia abajo, el acantilado medía unos 20 metros, su temor, unos 10 kilómetros, pero su determinación, más de 100 millas.

El sol justo arriba suyo, parecía botar su fuego al acantilado, al mirar abajo, el océano parecía un mar de oro derretido, las rocas justo debajo de él hacían que el agua saltase vertiginosamente en todas direcciones.

Bajó los brazos por un momento y encendió un cigarrillo, mientras lo fumaba, volvió a estirar los brazos, con el cigarrillo en la boca y casi sin inhalar nada.

-No sería malo caer y bañarme en oro, un final de película, pero las rocas tal vez ni me dejen tocar el océano. Mejor será que me apresure a conseguir mi último regalo, justo ahí abajo, tal vez aprenda lo que se siente volar en el trayecto. -pensó en voz alta.

Mientras esbozaba una sonrisa, una niña caminaba cerca de la ruta, por donde su auto estaba estacionado, a unos cuantos metros del acantilado.

Su ropa estaba sucia, seguramente venía del pueblo más cercano, a unos 5 kilómetros, no se veía tan cansada, ni sedienta, pero no tenía nada de normal verla ahí.

Mientras el hombre la miraba con sorpresa y algo de indiferencia, la niña le devolvió la mirada y luego se acercó algunos metros.

-¿Qué hace ahí con los brazos abiertos? ¿Va a saltar señor? – Le preguntó al hombre en el típico tono de un niño que hace muchas preguntas.

-Pues claro niña, ustedes siempre hacen preguntas tontas.

La niña dio un paso más cerca del hombre y formuló otra pregunta.

-¿Si cae desde aquí se va a morir?

-¡Pero mira esas preguntas! ¡Pues claro, esa es la idea!

-¿Y por qué quiere tirarse de aquí y morir? ¿Está triste?

El hombre bajó los brazos, se sacó el cigarrillo de la boca y lo tiró al suelo, luego procedió a pisarlo.

-¡Triste! ¡Ja! Eso se queda más que corto, nadie se va a suicidar sólo por estar triste niña tonta, mucho más que estar triste se necesita para hacer esto. Mira, cuando se está demasiado triste se puede decir que uno está deprimido, cuando se está deprimido por mucho tiempo, se siente mucho dolor, y cuando el dolor es demasiado fuerte y constante, y sabes que no tiene remedio, que jamás pasará, entonces estás en un estado en el que no vale la pena seguir viviendo. Eso es lo que siento yo y aunque no creo que lo entiendas te lo digo sólo porque me has hecho enojar bastante. – La niña dio otro paso más cerca del hombre y lo miró confundida, sus rodillas parecían flaquear en algunos momentos, ahora sí parecía cansada.

-¿Pero dónde es que le duele tanto? ¿Ni los doctores pueden curarlo?

-¡Niña tonta! ¡No entiendes nada! No es un dolor en el cuerpo, es algo que se siente por dentro, un agotamiento que no termina nunca, es un dolor en el corazón, en el alma, no te deja dormir, ni pensar, te nubla entero y no se puede comparar con un dolor físico porque es mucho peor. ¿Tienes alguna idea de lo que hablo?

La niña miró hacia el cielo, sus ojos, aunque el hombre no lo habían notado, parecían irritados, como cuando se llora por mucho tiempo, su boca apenas se abría para hablar.

Luego de mirar al cielo algunos segundos, asintió con la cabeza y se acercó dos pasos al hombre.

-¿Qué, acaso me entiendes niña? Creo que no te queda claro. Mira, esto no lo digo yo, pero lo he comprobado y quien lo dijo tenía razón. En la vida hay dos regalos que nos hacen a todos, sólo dos regalos que nos llegan con seguridad, el primer regalo es el dolor y el segundo regalo, la muerte, es el que borra todo lo demás, y en mi caso todo lo demás que queda es el dolor, así que para borrarlo por completo, voy a reclamar mi otro regalo, la muerte, y así terminará de una vez todo. Porque las otras cosas como la felicidad, llegan y se van, y no son fáciles de encontrar, yo ya las he conocido, pero de eso ya hace mucho, y se muy bien que no lo tendré de nuevo, así que mejor no dejar que el dolor me siga haciendo olvidar las cosas buenas que he sentido.

¿Ves como te lo he explicado con peras y manzanas?-

La niña se volvió a acercar al hombre, ante un poco de sorpresa de este.

-¿Puedo ir con usted? Yo también quiero devolver mi primer regalo, a quien sea que me lo haya dado, no lo quiero más. Además esas otras cosas de las que habla no las he conocido, no entiendo lo que es la felicidad, pero el dolor, como usted dice que es, me parece muy parecido a lo que yo he sentido siempre. Desde que estoy sola, desde que tengo memoria, me parece que a usted lo encontré para que me ayude a buscar mi segundo regalo señor-

Primero una cara de odio, de ira, se le desfiguraba la cara de los gestos que hacía, el hombre estaba perplejo, luego empezó a sentir empatía, pena por la niña, por qué alguien tan pequeño, una niña tan hermosa aunque tan desarreglada podía hablar así, ¿era culpa suya por explicarle esas cosas que no eran para un niño? Su cara cambiaba de colores, no sabía qué hacer, bajó los brazos que antes había vuelto a poner en posición de vuelo kamikaze, pensó un rato y finalmente le dirigió la palabra a la niña, aunque su voz…apenas se escuchaba.
-Niña, niña estúpida, cómo un ángel como tu puede hablar así, ¿Que no has conocido la felicidad y esas cosas? Mentira, los niños olvidan con facilidad cuando pasan por malos momentos, ¿me entiendes? Estoy seguro de que has conocido el cariño o el calor de alguien, tiene que haber sido así, si ahora no puedes recordarlo, ya lo harás después, en un momento de tranquilidad, cuando seas mayor, después de vivir muchas cosas, no pienses en hacer lo que yo haré, porque esto es para alguien que entiende muy bien que ya no tiene esperanzas-

Sin darse cuenta, se había acercado mucho a la niña, al mirar hacia abajo no se veía el océano de oro derretido, por unos cuantos metros estaba lejos de la muerte, pero más estaba preocupado ahora de la pequeña.

-Señor, si yo no puedo recordar, ¿por qué usted si? ¿y por qué si lo recuerda, de todas formas quiere morir? Si al menos yo pudiera recordar esas cosas que usted dice, o al menos volver a vivirlas, no creo que sería tan tonta para querer hacer eso.

El hombre se dio vuelta lentamente, y comenzó a caminar nuevamente hacia el borde del acantilado, mientras caminaba, dirigía palabras a la pequeña que estaba a su espalda.

-Mira, pequeña tonta, no puedes pedirme que yo no sea un tonto, si no entiendes nada, yo ya no tengo nada que hacer aquí, voy por mi regalo, ya estoy muy cansado, así que tu puedes- Justo en ese momento, se interrumpió su discurso de golpe, con una rara sensación en todo su cuerpo, sus ojos comenzaron a botar lágrimas como si ya no las quisiera dentro. La mano de la pequeña había sujetado de pronto la suya, y con la otra estaba abrazada a su pierna.

-Por favor, enséñeme, o ayúdeme a recordar, no quiero más este vacío, si no me ayuda entonces prefiero saltar con usted, por favor… Necesito alguien en este mundo, usted ha sido el único que me ha entendido, por favor…

Por diez minutos, se quedaron así, sin decir palabra. Luego, sin soltarse de las manos, saltaron hacia lo que ambos desconocían, hacia emociones diferentes tal vez, ambos dieron la vuelta y comenzaron una vida juntos, habiendo encontrado eso que habían perdido, para ella, tal vez el calor que la haría fuerte en el futuro, él, tal vez encontró una flor a la cual regar con el cariño que aún quería entregar, y que le correspondería con la felicidad que había dado por perdida.

Ambos, en el vehículo del hombre, se dirigían a cualquier lugar, hablando sobre cualquier cosa, pero ambos riendo y tratándose de tonto el uno al otro, con algo de miedo, tal vez más miedo por intentar hacer feliz a la otra persona, que por la felicidad propia, ese sentimiento que se conoce como amor, pero tal vez, mucho más que eso.


9 comentarios | lunes, enero 29, 2007

Despacio, dentro de ese bosque lleno de luz que parecía la esencia de la vida, se movía sin dejar de llorar como si se tratara de empatía con todo lo que estaba cerca de él a cada uno de sus pasos. Lloraba invadido por muchos recuerdos y sentimientos que existían dentro de ese bosque, a cada paso, no dejaban de caer lágrimas de sus ojos, y podía ver muchos momentos vividos por alguna persona en algún otro momento desconocido, lo veía en la luz que colmaba ese bosque, en esa luz que parecía la vida misma y que le mostraba lo que le había entregado a otros mucho antes. A sus pies crecía musgo y plantas con el caer de sus lágrimas, y luego estas se evaporaban transformándose en más luz y en más recuerdos que flotarían ahora para siempre en ese lugar.

A pesar de su lento paso, llegó un momento en que se encontró de frente con un gran árbol al que parecía converger toda la luz del lugar, su verde no era verde, era algo más intenso e indescriptible, el sólo mirarlo le daba a entender que había llegado al final del camino y que podría formar parte de él, o volver sobre sus pasos, llorando por emociones ajenas y propias, para encontrarse nuevamente con quienes no querían que los dejara. Pero quién no escogería formar parte de ese verde intenso, poder recibir toda esa luz, toda esa vida y fundirse con todas esas emociones.

Despacio su forma se fue desvaneciendo, ya ni él mismo recordaba cómo había sido antes, poco a poco ya no era lo que antes de entrar a ese bosque fue, poco a poco formaba parte de algo que nunca terminaría de crecer, de la vida misma tal vez. Ya no recordaba a quienes dejaba atrás, ni a quienes jamás conocería. Otros, más adelante, antes de llegar frente a ese mágico árbol, podrían ver parte de esos recuerdos que él ahora liberaba de sí mismo, otros podrían tal vez sentir lo que él había sentido mientras lentamente caminaban el mismo sendero que él había recorrido. Ahora era parte de todo, era luz, era emociones, era momentos, recuerdos, era sueños.

En algún lugar, había personas sintiendo dolor por alguien que los estaba dejando. Sin saber que ahora esa persona era parte de algo que los envolvía y de lo que algún día, ellos también serían parte.

9 comentarios | jueves, enero 11, 2007

Y el tiempo se detuvo a observarlo.

¿Será que estoy muerto entonces? ¿Será por eso que el tiempo no transcurre y parece quedarse viéndome? Parece mirar con desprecio mientras mi orgullo y mis anhelos caen y en lugar de continuar, simplemente se queda y no puedo esconder la vergüenza frente a sus invisibles pero penetrantes ojos de miles de años de profundidad.

Y el tiempo no hacía más que observarlo.

Si no siento mis latidos, será entonces que estoy muerto, por eso me observas, porque de este lado nada avanza y nada muere, tengo miedo de que nunca dejes de mirarme, por favor sigue tu camino.

Y el tiempo, inmóvil, lo miraba.

Es todo tan oscuro entre estas paredes que siento tan cerca, ¿Por qué me has encerrado entre ellas? Por qué insistes en mirarme, por qué no soltar mi pobre alma que llora por su libertad, por qué no acabar con mi ceguera, por qué no dejarme ver algo que no sea tu oscuridad. Te suplico, tiempo.

Pero el tiempo no dudaba.

¿Qué no tienes nada más que hacer?, hay un mundo que muere a cada segundo de tu paso, ¿qué no prefieres dejar atrás a todos ellos?, ¿por qué prefieres parar a sofocarme?, ¡por qué no avanzas maldito tiempo!, ¡¿que no es ese tu único trabajo?! ¡Déjame y molesta a alguien más!

Pero el tiempo seguía quieto, observándolo.

¡¿Qué quieres que haga?! Si ya sé que mientras tu avanzabas, era yo quien no hacía nada, no arreglaba los errores, no me levantaba luego de caer, ¡pero soy yo quien decide eso maldito tiempo! ¡¡No me veas de esa forma!! ¡¡Tu no debes detenerte!! ¡¡Libérame de estas paredes!! ¡Deja que escuche mis latidos! ¡¡Devuélveme mis latidos!!

Y el tiempo parecía divertirse mientras lo miraba.

¡¡Ya nunca más dejaré las cosas inconclusas!! ¡ya nunca callaré lo que siento!, nunca dejaré de caminar y seguir tu paso… tiempo, por favor. No entregaré mi orgullo, sólo quita estas malditas paredes, sólo sigue tu camino y prometo que elegiré uno para mi. Avanzaré, ¡¡por favor llévate tu fría oscuridad!!


Mi corazón comenzó a latir, tan cansado… Lentamente me levanté mientras las paredes se abrían, lentamente caminé sin saber realmente si lograría avanzar, pero era mejor ver al tiempo alejarse que verlo siempre observándome, pase lo que pase, intentaré caminar, intentaré aprovechar el tiempo, y no dejar que el tiempo se burle de mis caídas. Ahora camino con miedo, pero puedo escuchar mis latidos.

15 comentarios | viernes, noviembre 03, 2006



No quiero que lloren tus hermosos ojos.

-¿Por qué?

Porque el viento que va hacia el este me lo pidió.

-¿Por qué?

Porque cuando lloras y se lleva tus lágrimas se hace tan triste su viaje que cada lugar por el que pasa se llena de sufrimiento.

-¿Por qué se lleva mis lágrimas el viento?

Porque el viento te ama.

-Me ama, ¿como tu?

No, ni siquiera el viento te ama tanto como yo.

-¿Sólo por eso quieres que no llore?

No, el mar también me lo ha pedido.

-¿Por qué?

Porque cuando lloras la marea se hace demasiado fuerte y los barcos no pueden navegar.

-¿Al mar le importa realmente eso?

No, pero te ama tanto que busca excusas para no verte llorar.

-¿Entonces el mar sí me ama tanto como tu?

No, ni siquiera el mar te ama tanto como yo.

-Por el mar y por el viento, ¿por eso quieres que ya no llore?

No, la noche también me lo ha pedido.

-¿La noche?

Si, cuando lloras la noche se hace demasiado oscura y siente miedo de si misma.

-La noche no siente miedo.

Si, porque la noche también te ama y siente pena cuando lloras.

-Entonces la noche sí me ama como tú me amas.

No, ni siquiera la noche te ama tanto como yo te amo.

-Por la noche, el mar y el viento, ¿es por eso que no quieres que llore?

No, yo tampoco quiero que llores.

-¿Por qué?

Porque cuando lloras me siento débil, mis manos pierden su sensibilidad, mis piernas flaquean, mis ojos pierden la capacidad de ver, y cuando eso pasa, no puedo ver tu hermoso rostro, ni caminar a tu lado bajo la lluvia, ni sentir tu mano entre las mías.

-¿Qué pasará si lloro de nuevo?

Entonces te abrazaré muy fuerte, hasta que pierda los sentidos, y cuando eso pase, mi vida se apagará frente al fuego de la tuya.

-Te amo, no quiero que eso pase.

Entonces que tus hermosos ojos…no vuelvan a llorar.