<script type="text/javascript"> var gaJsHost = (("https:" == document.location.protocol) ? "https://ssl." : "http://www."); document.write(unescape("%3Cscript src='" + gaJsHost + "google-analytics.com/ga.js' type='text/javascript'%3E%3C/script%3E")); </script> <script type="text/javascript"> var pageTracker = _gat._getTracker("UA-3999337-1"); pageTracker._initData(); pageTracker._trackPageview(); </script> <meta name='google-adsense-platform-account' content='ca-host-pub-1556223355139109'/> <meta name='google-adsense-platform-domain' content='blogspot.com'/> <!-- --><style type="text/css">@import url(https://www.blogger.com/static/v1/v-css/navbar/3334278262-classic.css); div.b-mobile {display:none;} </style> </head><body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d31187192\x26blogName\x3dUn+d%C3%ADa+lluvioso\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLACK\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://undialluvioso.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des_CL\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://undialluvioso.blogspot.com/\x26vt\x3d-5844280159193740993', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>
3 comentarios | lunes, julio 31, 2006

Parecía que todos lo observaban al pasar, seguramente llamaba la atención con ese paso tan lento y esa mirada tan perdida, parecía que caminaba de memoria, no cruzaba la vista con nadie y de sólo pasar junto a él se sentía su casi insultante apatía. Al parecer vivía en un constante estado de depresión, de la cual estaba muy consiente, las horas para él eran días enteros, dormir era simplemente un reflejo de su cuerpo, comer, beber, no había satisfacción en eso, sólo servía para apagar la odiosa insistencia de su organismo.

Al cruzarse con alguien e intercambiar palabras, la cosa era totalmente diferente. Era dueño de una dulzura exagerada y su sonrisa compraba la simpatía de hombres y mujeres, hablaba tranquila y pausadamente, daban ganas hasta al más conversador de quedarse escuchándolo por horas y horas. La poesía, literatura, eran sus temas favoritos, pero era capaz de hablar de lo que la persona que tuviera la frente quisiera. De noche escribía los versos más hermosos, si los compilara podría hacer más de un libro con ellos. También en las noches, cuando no estaba con la disposición de escribir, leía hasta que su cuerpo dejaba de escuchar a su cansado cerebro y dormía unas horas hasta la siguiente mañana, para volver a vivir días en una hora, sin ningún sentimiento de satisfacción pero en muchas ocasiones siendo el motivo de la satisfacción de otros.

Cierto día, comprando un libro se encontró con que la última copia del libro que buscaba la estaba comprando en ese mismo instante una mujer joven con unos ojos vivos y centelleantes, claro que él no notó eso pero miró fijamente el libro que quería y la mujer le preguntó:
-¿Quería usted comprar este mismo libro?
-Si, pero no es problema, ya buscaré otra forma de hacerme de él, seguramente habrá otra copia en alguna librería y entonces seré yo el que se lo gane a otra persona- Al mismo tiempo que terminaba de decir eso, una dulce sonrisa lo hacía parecer un hombre lleno de vida.
-Probablemente no haya alguien más a quién ganarle, no muchas personas están interesadas en este libro de poesía particularmente y así mismo es difícil que otra librería lo tenga. Contestó la mujer.
-Entonces me lamentaré por no haberle ganado a usted ese libro y en lugar de leer, esta noche, recordaré su rostro para no olvidar a la persona que ha sido motivo de mi desesperanza. Contestó él con una sonrisa sacada de un libro infantil, sus ojos cerrados y su cabeza algo inclinada hacia la derecha.
La mujer lo miró con algo de sorpresa y al mismo tiempo, algo de secreto interés.
-No me siento tranquila sabiendo que un desconocido recordará mi rostro esta noche, para nada, será mejor que le invite un café y discutamos cómo solucionar esto, ¿le parece?- La mujer pensaba para si misma si no se estaría arriesgando demasiado.
Entonces él contestó:
-Bueno, que así sea entonces, no quiero que usted no pueda dormir tranquila por mi culpa, busquemos un buen lugar.

Un mes después de esto, los dos se juntaban algunos días a la semana, hablaban una o dos horas mientras tomaban un café, sobre cualquier tema. Mientras que ella cada día se sentía más cercana a él, no sucedía lo mismo con el hombre que se encontraba en un constante estado de depresión. Sus horas con ella no eran días, eran horas, eso era lo que a él le gustaba, acortar lo más posible sus días, pero no sentía nada más que eso por la mujer, no podía hacerlo, ni por ella ni por nadie.

Tres meses después de esto, se juntaban por las tardes, no como amigos, como pareja, él era tan dulce con ella que no parecía en lo absoluto que no sentía nada que se pareciera al amor, en cambio la mujer estaba completamente enamorada, pero en su interior, sabía que ese hombre era incapaz de sentir algo por ella, lo que la mantenía angustiada, a pesar de que mientras hacían el amor, los dos se entregaban completamente el uno al otro.
Luego de eso, ella lo observaba escribir, al día siguiente, al despertarse, leía lo que él había escrito la noche anterior y su corazón se aceleraba notablemente. Parecía mejor que cualquier libro de poesía, era como un verdadero genio, jamás había leído versos tan hermosos, no parecía real, cómo aquel hombre en un constante estado de depresión era capaz de tanto. El amor de ella hacia él crecía más y más, pero al mismo tiempo crecía su angustia.

Ella había averiguado que hace algunos años una mujer, la antigua esposa del hombre de quien ella se había enamorado, había muerto en un accidente de tránsito del cual él había salido ileso. Seguramente a eso era la causa del estado de ese hombre, pero… ¿Tanto la había amado? ¿Es que el amor que ella le estaba entregando no era suficiente para sanarlo de aquellos recuerdos? ¿Pero cómo es posible que ese hombre lleve años en el mismo estado? ¿Cómo se ha mantenido vivo con tal apatía por la vida, que sólo se llena en parte, al parecer, por los versos que escribe y los libros que lee?

Pero no era tan simple, luego de 8 meses de estar junto a él, había notado las pocas horas que dormía ese hombre, lo poco que disfrutaba la vida, lo menos y menos que lo veía sonreír, a pesar de que fueran sonrisas que no representaban lo que sentía, porque realmente sonreía cada vez menos. Eran cosas que le estaban pasando la cuenta, era una persona deteriorada física y emocionalmente, su luz se estaba apagando, la vida le estaba pesando demasiado.

Se sintió demasiado angustiada, habló con él, le suplicó que sintiera algún apego por la vida, por ella, lloró a sus pies, lo abrazó, lo besó, lloró a sus pies nuevamente.

Entonces él la abrazó fuertemente y le dijo que después de todo este tiempo la había logrado amar, le dijo que le agradecía por hacer sus días algo más soportables y sus horas más cortas, lloró junto a ella pidiéndole disculpas por no haberla hecho feliz, por todo lo que ella había intentado sanarlo, lloró y lloró, en ese momento, lloró como no lo hacía hace años, se sintió vivo después de tanto tiempo, aunque también se sintió muy cansado.

Esa tarde para ella fue la tarde más feliz de su vida, luego de eso, ella se acostó a dormir, mientras él se sentó a escribir sus acostumbrados versos, ya que el sueño no lo atacaba fácilmente, desplegó su genialidad sobre el papel una vez más, hasta dejar de mover el pincel.

A la mañana siguiente, al despertarse ella, se encontró con la figura del hombre que amaba sentada en su silla, frente a su escritorio. En ese momento su corazón se apretó y corrió a verlo, por supuesto, se encontró con lo que suponía. Su vida se había apagado mientras escribía sus últimos versos, su genialidad, debida en parte a su constante estado de depresión, había terminado por consumir su vida, su llama se apagó ahí mismo, sentado frente a su escritorio, sin soltar el pincel, con las últimas líneas de su genialidad dispersas en la hoja que ahora ella sostenía mientras lloraba y leía…

“Antes, la felicidad era algo sin importancia,
Durante años vivía sin vivir y soñaba sin soñar,
Las horas eran días y los días eran meses, el tiempo…
El tiempo era una tortura, mi cuerpo era una prisión.

Pero usaste tu vida para intentar encender la mía,
Dejaste de lado la felicidad, para vivir con la angustia,
Te hiciste parte de mi tortura a manos del tiempo,
Soñaste con sanarme, a cambio de herirte.

Yo no tenía la fuerza, mi vida ya estaba enferma,
Era un esclavo de mis recuerdos, caminaba sin alma,
Ni siquiera a ti te apreciaba, al principio no, pero…
Finalmente, en mis últimos días…me liberaste.

Alcancé a saborear el amor de tu alma hacia la mía,
Recordé que puedo amar, y te amé a ti, pero el tiempo…
El tiempo dejó de ser eterno, me faltó la oportunidad,
De hacértelo saber antes, no estaba del todo despierto.

Pero ahora te veo dormida y pienso sólo en ti, y…
Y en lo que siento ahora, se me escapa, la fuerza…
¡Incluso se me escapa la habilidad de escribir para ti!
Estos versos, son tan poco, podrían ser mejores, pero…pero…

Será porque estoy feliz, siento calor en mi corazón,
Me quema, porque ya es muy tarde, pero me iré…
Sin esta enfermedad, y todo gracias a ti, yo…
Te amo y por eso...estoy vivo…ahora y siempre…
En tu corazón.”



Eso fue suficiente, ya no derramó más lágrimas por él, porque sabía que él no querría que sintiera lo mismo que lo enfermó por años. Ella seguiría adelante aunque le costara demasiado, se sentía satisfecha de haberlo hecho feliz aunque fuera sólo un poco, era suficiente. Ahora su corazón lloraba, pero su alma estaba más viva que nunca, ella también se había liberado en cierta medida, estaba agradecida y lista para continuar viviendo, por ella misma y también por él.

3 comentarios | martes, julio 25, 2006



El árbol de sakura, una de esas cosas que, creo yo, son capaces de cautivar a cualquiera. Sakura es la flor del cerezo y el árbol de sakura es nativo de Japón, y sakura es la flor nacional, según tengo entendido...
Sus flores son generalmente rosadas, pero en algunos casos estas son blancas, no se muy bien si es por alguna estación del año o por efectos del ambiente, el viento, las proteínas que el árbol tiene, etc.
Al parecer, florecen a principios de Abril, y es todo un acontecimiento, incluso yahoo tiene un mapa que indica qué días habrá florecimiento en qué lugar de Japón.
Es una de esas cosas que me he prometido a mi mismo ver, antes de dejar esta tierra, espero poder hacerlo.

0 comentarios | lunes, julio 24, 2006

Tenía que colocar esto tarde o temprano.

The Raven

por Edgar Allan Poe

(Publicado por primera vez en 1845)

Once upon a midnight dreary, while I pondered, weak and weary,
Over many a quaint and curious volume of forgotten lore,
While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping,
As of someone gently rapping, rapping at my chamber door.
" 'Tis some visitor," I muttered, "tapping at my chamber door;
Only this, and nothing more."

Ah, distinctly I remember, it was in the bleak December,
And each separate dying ember wrought its ghost upon the floor.
Eagerly I wished the morrow; vainly I had sought to borrow
From my book surcease of sorrow, sorrow for the lost Lenore,.
For the rare and radiant maiden whom the angels name Lenore.
Nameless here forevermore.

And the silken sad uncertain rustling of each purple curtain
Thrilled me---filled me with fantastic terrors never felt before;
So that now, to still the beating of my heart, I stood repeating,
" 'Tis some visitor entreating entrance at my chamber door,
Some late visitor entreating entrance at my chamber door.
This it is, and nothing more."

Presently my soul grew stronger; hesitating then no longer,
"Sir," said I, "or madam, truly your forgiveness I implore;
But the fact is, I was napping, and so gently you came rapping,
And so faintly you came tapping, tapping at my chamber door,
That I scarce was sure I heard you." Here I opened wide the door;---
Darkness there, and nothing more.

Deep into the darkness peering, long I stood there, wondering, fearing
Doubting, dreaming dreams no mortals ever dared to dream before;
But the silence was unbroken, and the stillness gave no token,
And the only word there spoken was the whispered word Lenore?, This I whispered, and an echo murmured back the word,
"Lenore!" Merely this, and nothing more.

Back into the chamber turning, all my soul within me burning,
Soon again I heard a tapping, something louder than before,
"Surely," said I, "surely, that is something at my window lattice.
Let me see, then, what thereat is, and this mystery explore.
Let my heart be still a moment, and this mystery explore.
" 'Tis the wind, and nothing more."

Open here I flung the shutter, when, with many a flirt and flutter,
In there stepped a stately raven, of the saintly days of yore.
Not the least obeisance made he; not a minute stopped or stayed he;
But with mien of lord or lady, perched above my chamber door.
Perched upon a bust of Pallas, just above my chamber door,
Perched, and sat, and nothing more.

Then this ebony bird beguiling my sad fancy into smiling,
By the grave and stern decorum of the countenance it wore,
"Though thy crest be shorn and shaven thou," I said, "art sure no craven,
Ghastly, grim, and ancient raven, wandering from the nightly shore.
Tell me what the lordly name is on the Night's Plutonian shore."
Quoth the raven, "Nevermore."

Much I marvelled this ungainly fowl to hear discourse so plainly,
Though its answer little meaning, little relevancy bore;
For we cannot help agreeing that no living human being
Ever yet was blessed with seeing bird above his chamber door,
Bird or beast upon the sculptured bust above his chamber door,
With such name as "Nevermore."

But the raven, sitting lonely on that placid bust, spoke only
That one word, as if his soul in that one word he did outpour.
Nothing further then he uttered; not a feather then he fluttered;
Till I scarcely more than muttered, "Other friends have flown before;
On the morrow he will leave me, as my hopes have flown before."
Then the bird said, "Nevermore."

Startled at the stillness broken by reply so aptly spoken,
"Doubtless," said I, "what it utters is its only stock and store,
Caught from some unhappy master, whom unmerciful disaster
Followed fast and followed faster, till his songs one burden bore,---
Till the dirges of his hope that melancholy burden bore
Of "Never---nevermore."

But the raven still beguiling all my sad soul into smiling,
Straight I wheeled a cushioned seat in front of bird, and bust and door;
Then, upon the velvet sinking, I betook myself to linking
Fancy unto fancy, thinking what this ominous bird of yore --
What this grim, ungainly, ghastly, gaunt and ominous bird of yore
Meant in croaking "Nevermore."

Thus I sat engaged in guessing, but no syllable expressing
To the fowl, whose fiery eyes now burned into my bosom's core;
This and more I sat divining, with my head at ease reclining
On the cushion's velvet lining that the lamplight gloated o'er,
But whose velvet violet lining with the lamplight gloating o'er
She shall press, ah, nevermore!

Then, methought, the air grew denser, perfumed from an unseen censer
Swung by seraphim whose footfalls tinkled on the tufted floor.
"Wretch," I cried, "thy God hath lent thee -- by these angels he hath
Sent thee respite---respite and nepenthe from thy memories of Lenore!
Quaff, O quaff this kind nepenthe, and forget this lost Lenore!"
Quoth the raven, "Nevermore!"

"Prophet!" said I, "thing of evil!--prophet still, if bird or devil!
Whether tempter sent, or whether tempest tossed thee here ashore,
Desolate, yet all undaunted, on this desert land enchanted--
On this home by horror haunted--tell me truly, I implore:
Is there--is there balm in Gilead?--tell me--tell me I implore!"
Quoth the raven, "Nevermore."

"Prophet!" said I, "thing of evil--prophet still, if bird or devil!
By that heaven that bends above us--by that God we both adore--
Tell this soul with sorrow laden, if, within the distant Aidenn,
It shall clasp a sainted maiden, whom the angels name Lenore---
Clasp a rare and radiant maiden, whom the angels name Lenore?
Quoth the raven, "Nevermore."

"Be that word our sign of parting, bird or fiend!" I shrieked, upstarting--
"Get thee back into the tempest and the Night's Plutonian shore!
Leave no black plume as a token of that lie thy soul hath spoken!
Leave my loneliness unbroken! -- quit the bust above my door!
Take thy beak from out my heart, and take thy form from off my door!"
Quoth the raven, "Nevermore."

And the raven, never flitting, still is sitting, still is sitting
On the pallid bust of Pallas just above my chamber door;
And his eyes have all the seeming of a demon's that is dreaming.
And the lamplight o'er him streaming throws his shadow on the floor;
And my soul from out that shadow that lies floating on the floor
Shall be lifted---nevermore!

El siguiente video es la interpretación de "The Raven" o "El Cuervo".


Y para los que lo quieran leer en nuestro idioma lo pongo abajo, claro que en una traducción se pierden cosas...

Edgar Allan Poe


El cuervo



Ua vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!

2 comentarios | domingo, julio 23, 2006

Un segundo, dos segundos, ya casi desaparecía, tres, cuatro segundos, ya no estaba, luego, nuevamente, un segundo, dos, faltaba poco, tres, cuatros segundos, la imagen ya no estaba. Luego, despertaba, intentaba dormir de nuevo, forzando pensar en lo mismo una y otra vez, no alcanzaba sino a mezclar el sueño con la realidad, no era suficiente, la impotencia lo hacía llorar, cerraba los ojos, los apretaba demasiado, era doloroso, las lágrimas le desconcentraban. Se rindió, se levantó y se lavó la cara…

¿Por qué?...
¿Por qué un simple sueño me ha dejado tan indefenso?

Se preguntaba José, mientras el espejo le mostraba unos ojos hinchados, una boca jadeante, dentro de una expresión como de dolor, a la cual las manos llenaban de agua al siguiente instante, desapareciendo luego del empañado espejo.

Tomó el siguiente tren, con destino al pueblo más cercano. No importaba el trabajo, no importaba haber dejado los calentadores encendidos, no importaban las luces en la cocina, nada importaba esa mañana.

José había soñado con un extraño viaje, en un tren que no conocía, de hecho, pocos trenes conocía, jamás había viajado en uno, a pesar de que cerca de su pueblo habían varios otros pueblos contiguos, en todas direcciones, a distancias de entre veinte minutos y dos horas. En el tren, las luces se tornaban borrosas, contrastaba fuertemente lo inmediatamente delante de él con lo que se encontraba a los costados, era como un caballo de carreras, tal vez peor que eso, pero no era algo tan malo, simplemente se paró de su lugar e inspeccionó este extraño tren que parecía los de las antiguas películas americanas, esto porque tal vez eran los únicos trenes que podía imaginarse. Al minuto siguiente una mujer baja de una contextura…digamos delgada, aparecía algo borrosa unos metros delante de él. Lentamente esta se acercó, José se detuvo, tenía miedo de tropezar con algo o de impedir el paso de la mujer, siempre había sido muy educado, así que comenzó a buscar a tientas espacio a su costado para posicionarse y permitir el paso de la mujer. Cuando encontró algo con su mano, miró en dirección a su derecha, pero todo era demasiado borroso, no era de gran ayuda, así que prefirió continuar mirando hacia delante. La mujer se acercó y al estar a pocos pasos de él y ser casi distinguible a los ojos de José, extendió su mano lentamente y José como por reflejo extendió la suya. La mujer no sujetó su mano, por lo que José sujetó la de la mujer con una suavidad casi infantil. Esto era demasiado extraño, pero no podía hacer más que seguir observando hacia delante y sujetando la mano de la mujer. Esta lo llevó hacia el siguiente vagón, caminando lentamente ella delante de él, con su brazo extendido hacia atrás, con su mano entre la de José, quien caminaba con el brazo extendido hacia delante.

José era el tipo de hombre que jamás dejaría los calentadores encendidos si salía de su casa, le daba algo de miedo que pasara de esas cosas que luego se dice que “eran evitables”. Vivía solo desde los 22 años y trabajaba como “creativo” en una pequeña empresa de anuncios. Pensaba mucho, todo el día, demasiado tal vez, para su propio bienestar, nunca fue de muchas mujeres porque siempre esperaba algo de verdad, no salía con muchachas sólo por diversión, por lo que sus amigos lo molestaban habitualmente.

En su sueño, cuando había cambiado de vagón junto a la mujer a quien sostenía la mano, recordó cuando un amigo le decía que a las mujeres hay que mostrarles firmeza, que les gusta eso. Pensó que en ese momento, no podría jamás sostener firmemente la mano de la mujer, porque simplemente no era su forma de ser, pero luego se preguntó, qué tenía que ver eso con la situación que estaba “viviendo”. La mujer se detuvo y se dio vuelta, cuando estuvieron de frente, esta acercó su cara a la de él, como si hubiese sabido que José la veía bastante borrosa. Cuando sus caras estuvieron lo suficientemente cerca, logró distinguir la cara de la mujer, era simplemente hermosa. En ese momento José pensó que de alguna manera, sabía que la cara de la mujer sería hermosa, que era algo tal vez demasiado obvio, que parecía un tonto sueño con un final bastante conocido seguramente. Por lo mismo, su reacción inmediata fue la de alguien que durante un sueño, reconoce que está soñando. Perdió su factor sorpresa, la mujer se alejó, José le soltó la mano y la miró con indiferencia, estaba decidido a despertar, seguramente ya sería hora de “ser creativo” en el trabajo. Pero de un omento a otro la mujer comenzó a llorar, el factor sorpresa regresó, la mujer comenzó a murmurar, José pensó distinguir algunas de las cosas que la mujer decía, era algo como que ella quería conocerlo, que lo necesitaba pero que la había herido al soltar su mano y querer despertar… luego, la mujer habló fuertemente, ya no habían murmullos, la mujer dijo:

“¿Siempre te has preguntado lo que es el amor?, ¿comprometerías tu vida aunque esta se tornara irreal? Tal vez no serías capaz de entregar tu vida y tu sentido de la realidad para dejarme vivir a tu lado, tal vez no creerías en mí aún teniéndome frente a frente. Tal vez es mejor que le preguntes al mundo lo que es el amor, luego puedes pensarlo por estaciones enteras, veranos, inviernos, te entregarán tantas respuestas que no lograrás nunca juntarlas todas en una verdad”.

Las lágrimas brotaban ahora del irreal José en su sueño que ya no parecía sueño, se dejó caer sobre sus rodillas y se sintió enfermo sin saber por qué. Luego se levantó y corrió a abrazar a la misma mujer que hace unos instantes había calificado prácticamente como un tonto y común sueño. No dejaba de abrazarla y mirarla, luego dijo:

“Durante veranos e inviernos había pensado, como tu has dicho, durante veranos e inviernos he juntado las ideas del mundo sobre el amor, nunca de esto ha salido más que cosas que otros ya habían dicho, he pensado en lo que otros ya habían pensado antes y ahora entiendo que el hacer eso nunca me dio una verdadera respuesta, hasta este momento, este irreal momento que elijo para entregar mi vida a un sueño, este momento que elijo para enamorarme de alguien que en mi mundo real no existe. Pero eso no interesa, no necesito despertar jamás, no necesito vivir de las respuestas del resto, he encontrado la mía aquí, en unos segundos, no entiendo cómo, pero tus palabras han sido más que mis palabras, a pesar de ser un sueño mío. He encontrado mi respuesta a lo que es el amor y resultó ser algo que no había escuchado antes. El amor es “tú”, simplemente tú y no necesito nada más que este vagón de tren y tu mano junto a la mía para que este sea el nuevo lugar en el que quiero vivir”.

La mujer ante esto, se llenó de una ternura que José no había sentido nunca, era como un calor gentil sobre la materia irreal que a pesar de ser borrosa, se notaba ahora nítida en la mujer frente a él. Ella ahora comenzaba a llorar y entre murmullos le agradeció a José por entregarle su vida, luego de esto, la mujer se comenzó a alejar y José sintió miedo. Un segundo, dos segundos, ya casi desaparecía, tres, cuatro segundos, ya no estaba.

José estaba ahora, en el mundo real, al que había renunciado, viajando en un tren que si bien tenía algún parecido al de su sueño, no era como esos trenes de las antiguas películas americanas. Interiormente un grito agudo lo recorría entero, sentía ganas de reventar en lágrimas nuevamente, pero soportaba y lloraba sólo por dentro.

Viajó de estación en estación, de pueblo en pueblo, un total de 14 horas de viaje en tren, hasta volver a su hogar. Ese día nada soñó, o al menos no recordó haber soñado algo.

Al día siguiente siguió viajando en tren, con una esperanza ahogada en lágrimas de desesperación, no sabía qué buscaba, la cara de la mujer, después de despertar el día del sueño, era imposible de recordar, no así sus palabras.

Dos meses después, su alma estaba más tranquila, pero seguía viajando en tren diariamente, ahora, disfrutando un poco los viajes. Había dejado el trabajo, acostumbraba a dejar las luces encendidas, todas esas cosas. Se sabía de memoria los horarios de los trenes, no necesitaba mirar su reloj en realidad. Vivía de sus ahorros, que no eran para nada despreciables, el siempre pensaba en el futuro, en situaciones en que pudiera necesitar de un ahorro. Pues esa situación la estaba viviendo, sus ahorros le permitían seguir enfocando su vida en viajar en tren, ya no sólo a los pueblos contiguos, sino que a algunos algo más alejados.

Cuatro meses más pasaron, José seguía solo con su definición del amor guardada muy dentro y muy secretamente. Ahora trabajaba evaluando clientes en una empresa de nivel nacional. Su trabajo le permitía viajar seguido en tren, a distintos lugares. Pero algo faltaba, necesitaba sumergirse en ese sueño nuevamente, para esta vez no despertar, o bien encontrar ese mundo irreal en su vida diaria.

Eso nunca pasó, pero un día, estando en el tren, una muchacha joven, baja, de contextura…digamos delgada, le pidió permiso para sentarse junto a él. La muchacha no le despertó a José alguna familiaridad muy marcada con la de su sueño, pero esta dijo:

”Estoy en un viaje poco usual, estoy buscando una respuesta muy personal y no quiero sentarme sola, le parecerá algo raro, pero necesito hablar con alguien”.

José asintió con la cabeza, sonrió un tanto y dejó a la muchacha sentarse junto a él.

9 comentarios | viernes, julio 21, 2006

En la verdad no hay engaño, pero el engaño está en decirla en el momento oportuno. Por qué no antes, por qué no algo después. Simplemente porque era el momento de sacarle mayor provecho a la verdad. Decir la verdad, pienso yo, muchas veces es la forma más fácil de engañar, o de esconder las verdaderas intenciones, o simplemente de jugar con los resultados, con las estadísticas, manipular, enjuiciar.

Un arma maravillosa en realidad, si se usa adecuadamente, puede servir para nobles propósitos y también para las ocurrencias más asquerosamente bien elaboradas.

Cuando la lluvia ha cesado, la humedad se eleva y deja su aroma del pasado. Junto a los restos de ella, podemos sanar de algunas heridas, pero si estas han sido causadas por la verdad, es posible que se transformen en obvias cicatrices que llaman la atención con facilidad. Nunca perdonaré a quien empañe la despedida de la lluvia, hiriendo a alguien de esta forma. La peor y más desgraciada forma de engañar, es usando la verdad.

1 comentarios | domingo, julio 16, 2006

No sería raro encontrarse con personas a quienes un paisaje como este les provoque cierta sensación de alegría, tristeza, melancolía...
Y es que hay algo tan hermoso acerca de la lluvia, algo delicado tal vez, pero que puede ser temible y desgarrador en algunas lamentables ocasiones. Pero si nos enfocamos sólo en su lado hermoso, podemos sentir alguna de las sensaciones que antes mencionaba, podemos incluso llorar sin razón alguna, claro, si nos dejamos llevar.
Hay quienes piensan que no es bueno sentirse triste por algo como esto, o más aún, que no es bueno en lo absoluto sentirse triste. Yo tengo otra idea sobre eso. Yo creo que sentirse triste es estar vivo, el tener motivos de sentir tristeza es tener alguna historia, algún recuerdo, algo importante que nos ha llenado en algún momento, para regresar a nosotros, por ejemplo, en un día lluvioso. Dejarse tocar por algunas decididas gotas, interrumpiendo su viaje, mirar hacia el cielo pensando en aquello que nos entristece, o que nos provoca melancolía, es algo que debemos atesorar, algo que debemos guardar y abrazar fuertemente. Es posible que no sea igual para todas las personas, pero para aquellas que se identifiquen con cosas como esta, es que dedico este rincón intrascendente, si en algún momento se cruzan con él, claro está.
Lo que me motiva a escribir, es que hace algún tiempo no siento esto en un día lluvioso, no tengo una historia que recordar ni un recuerdo que me haga entristecer, y por eso, por estar contento, por no sentir esa tristeza, es que tengo miedo de olvidar estas cosas valiosas, necesito entristecer, para poder sentirme realmente vivo, para poder llorar. Bueno, supongo que al menos, sigo conservando la melancolía que tanto aprecio.