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2 comentarios | domingo, julio 23, 2006

Un segundo, dos segundos, ya casi desaparecía, tres, cuatro segundos, ya no estaba, luego, nuevamente, un segundo, dos, faltaba poco, tres, cuatros segundos, la imagen ya no estaba. Luego, despertaba, intentaba dormir de nuevo, forzando pensar en lo mismo una y otra vez, no alcanzaba sino a mezclar el sueño con la realidad, no era suficiente, la impotencia lo hacía llorar, cerraba los ojos, los apretaba demasiado, era doloroso, las lágrimas le desconcentraban. Se rindió, se levantó y se lavó la cara…

¿Por qué?...
¿Por qué un simple sueño me ha dejado tan indefenso?

Se preguntaba José, mientras el espejo le mostraba unos ojos hinchados, una boca jadeante, dentro de una expresión como de dolor, a la cual las manos llenaban de agua al siguiente instante, desapareciendo luego del empañado espejo.

Tomó el siguiente tren, con destino al pueblo más cercano. No importaba el trabajo, no importaba haber dejado los calentadores encendidos, no importaban las luces en la cocina, nada importaba esa mañana.

José había soñado con un extraño viaje, en un tren que no conocía, de hecho, pocos trenes conocía, jamás había viajado en uno, a pesar de que cerca de su pueblo habían varios otros pueblos contiguos, en todas direcciones, a distancias de entre veinte minutos y dos horas. En el tren, las luces se tornaban borrosas, contrastaba fuertemente lo inmediatamente delante de él con lo que se encontraba a los costados, era como un caballo de carreras, tal vez peor que eso, pero no era algo tan malo, simplemente se paró de su lugar e inspeccionó este extraño tren que parecía los de las antiguas películas americanas, esto porque tal vez eran los únicos trenes que podía imaginarse. Al minuto siguiente una mujer baja de una contextura…digamos delgada, aparecía algo borrosa unos metros delante de él. Lentamente esta se acercó, José se detuvo, tenía miedo de tropezar con algo o de impedir el paso de la mujer, siempre había sido muy educado, así que comenzó a buscar a tientas espacio a su costado para posicionarse y permitir el paso de la mujer. Cuando encontró algo con su mano, miró en dirección a su derecha, pero todo era demasiado borroso, no era de gran ayuda, así que prefirió continuar mirando hacia delante. La mujer se acercó y al estar a pocos pasos de él y ser casi distinguible a los ojos de José, extendió su mano lentamente y José como por reflejo extendió la suya. La mujer no sujetó su mano, por lo que José sujetó la de la mujer con una suavidad casi infantil. Esto era demasiado extraño, pero no podía hacer más que seguir observando hacia delante y sujetando la mano de la mujer. Esta lo llevó hacia el siguiente vagón, caminando lentamente ella delante de él, con su brazo extendido hacia atrás, con su mano entre la de José, quien caminaba con el brazo extendido hacia delante.

José era el tipo de hombre que jamás dejaría los calentadores encendidos si salía de su casa, le daba algo de miedo que pasara de esas cosas que luego se dice que “eran evitables”. Vivía solo desde los 22 años y trabajaba como “creativo” en una pequeña empresa de anuncios. Pensaba mucho, todo el día, demasiado tal vez, para su propio bienestar, nunca fue de muchas mujeres porque siempre esperaba algo de verdad, no salía con muchachas sólo por diversión, por lo que sus amigos lo molestaban habitualmente.

En su sueño, cuando había cambiado de vagón junto a la mujer a quien sostenía la mano, recordó cuando un amigo le decía que a las mujeres hay que mostrarles firmeza, que les gusta eso. Pensó que en ese momento, no podría jamás sostener firmemente la mano de la mujer, porque simplemente no era su forma de ser, pero luego se preguntó, qué tenía que ver eso con la situación que estaba “viviendo”. La mujer se detuvo y se dio vuelta, cuando estuvieron de frente, esta acercó su cara a la de él, como si hubiese sabido que José la veía bastante borrosa. Cuando sus caras estuvieron lo suficientemente cerca, logró distinguir la cara de la mujer, era simplemente hermosa. En ese momento José pensó que de alguna manera, sabía que la cara de la mujer sería hermosa, que era algo tal vez demasiado obvio, que parecía un tonto sueño con un final bastante conocido seguramente. Por lo mismo, su reacción inmediata fue la de alguien que durante un sueño, reconoce que está soñando. Perdió su factor sorpresa, la mujer se alejó, José le soltó la mano y la miró con indiferencia, estaba decidido a despertar, seguramente ya sería hora de “ser creativo” en el trabajo. Pero de un omento a otro la mujer comenzó a llorar, el factor sorpresa regresó, la mujer comenzó a murmurar, José pensó distinguir algunas de las cosas que la mujer decía, era algo como que ella quería conocerlo, que lo necesitaba pero que la había herido al soltar su mano y querer despertar… luego, la mujer habló fuertemente, ya no habían murmullos, la mujer dijo:

“¿Siempre te has preguntado lo que es el amor?, ¿comprometerías tu vida aunque esta se tornara irreal? Tal vez no serías capaz de entregar tu vida y tu sentido de la realidad para dejarme vivir a tu lado, tal vez no creerías en mí aún teniéndome frente a frente. Tal vez es mejor que le preguntes al mundo lo que es el amor, luego puedes pensarlo por estaciones enteras, veranos, inviernos, te entregarán tantas respuestas que no lograrás nunca juntarlas todas en una verdad”.

Las lágrimas brotaban ahora del irreal José en su sueño que ya no parecía sueño, se dejó caer sobre sus rodillas y se sintió enfermo sin saber por qué. Luego se levantó y corrió a abrazar a la misma mujer que hace unos instantes había calificado prácticamente como un tonto y común sueño. No dejaba de abrazarla y mirarla, luego dijo:

“Durante veranos e inviernos había pensado, como tu has dicho, durante veranos e inviernos he juntado las ideas del mundo sobre el amor, nunca de esto ha salido más que cosas que otros ya habían dicho, he pensado en lo que otros ya habían pensado antes y ahora entiendo que el hacer eso nunca me dio una verdadera respuesta, hasta este momento, este irreal momento que elijo para entregar mi vida a un sueño, este momento que elijo para enamorarme de alguien que en mi mundo real no existe. Pero eso no interesa, no necesito despertar jamás, no necesito vivir de las respuestas del resto, he encontrado la mía aquí, en unos segundos, no entiendo cómo, pero tus palabras han sido más que mis palabras, a pesar de ser un sueño mío. He encontrado mi respuesta a lo que es el amor y resultó ser algo que no había escuchado antes. El amor es “tú”, simplemente tú y no necesito nada más que este vagón de tren y tu mano junto a la mía para que este sea el nuevo lugar en el que quiero vivir”.

La mujer ante esto, se llenó de una ternura que José no había sentido nunca, era como un calor gentil sobre la materia irreal que a pesar de ser borrosa, se notaba ahora nítida en la mujer frente a él. Ella ahora comenzaba a llorar y entre murmullos le agradeció a José por entregarle su vida, luego de esto, la mujer se comenzó a alejar y José sintió miedo. Un segundo, dos segundos, ya casi desaparecía, tres, cuatro segundos, ya no estaba.

José estaba ahora, en el mundo real, al que había renunciado, viajando en un tren que si bien tenía algún parecido al de su sueño, no era como esos trenes de las antiguas películas americanas. Interiormente un grito agudo lo recorría entero, sentía ganas de reventar en lágrimas nuevamente, pero soportaba y lloraba sólo por dentro.

Viajó de estación en estación, de pueblo en pueblo, un total de 14 horas de viaje en tren, hasta volver a su hogar. Ese día nada soñó, o al menos no recordó haber soñado algo.

Al día siguiente siguió viajando en tren, con una esperanza ahogada en lágrimas de desesperación, no sabía qué buscaba, la cara de la mujer, después de despertar el día del sueño, era imposible de recordar, no así sus palabras.

Dos meses después, su alma estaba más tranquila, pero seguía viajando en tren diariamente, ahora, disfrutando un poco los viajes. Había dejado el trabajo, acostumbraba a dejar las luces encendidas, todas esas cosas. Se sabía de memoria los horarios de los trenes, no necesitaba mirar su reloj en realidad. Vivía de sus ahorros, que no eran para nada despreciables, el siempre pensaba en el futuro, en situaciones en que pudiera necesitar de un ahorro. Pues esa situación la estaba viviendo, sus ahorros le permitían seguir enfocando su vida en viajar en tren, ya no sólo a los pueblos contiguos, sino que a algunos algo más alejados.

Cuatro meses más pasaron, José seguía solo con su definición del amor guardada muy dentro y muy secretamente. Ahora trabajaba evaluando clientes en una empresa de nivel nacional. Su trabajo le permitía viajar seguido en tren, a distintos lugares. Pero algo faltaba, necesitaba sumergirse en ese sueño nuevamente, para esta vez no despertar, o bien encontrar ese mundo irreal en su vida diaria.

Eso nunca pasó, pero un día, estando en el tren, una muchacha joven, baja, de contextura…digamos delgada, le pidió permiso para sentarse junto a él. La muchacha no le despertó a José alguna familiaridad muy marcada con la de su sueño, pero esta dijo:

”Estoy en un viaje poco usual, estoy buscando una respuesta muy personal y no quiero sentarme sola, le parecerá algo raro, pero necesito hablar con alguien”.

José asintió con la cabeza, sonrió un tanto y dejó a la muchacha sentarse junto a él.

2 Comments:

Blogger Laura Martillo said...

Hola, es precioso.

Me has dejado con ese rostro de los niños que ven una pelicula sin entenderla del todo, pero que solo ansian la siguiente escena.

Un poco mas, digo, solo un poco mas...

domingo, julio 23, 2006 12:18:00 p. m.

 
Anonymous Anónimo said...

No debería decirlo, pero la historia que compartiste, fue la razón de que yo compartiera esta, en general no tengo el valor de compartir lo poco que he escrito, pero eso de "sólo un poco más" es lo que sentí a leer tu historia, un poco más y vuelcas mis pensamientos permanentemente en esa muchacha, un poco más y estaba perdido. Tu historia ha tenido esa fuerza en mí. Gracias.

domingo, julio 23, 2006 12:52:00 p. m.

 

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