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11 comentarios | lunes, abril 09, 2007


Link a la foto original aquí (por los derechos de autor, claro ^^)

:: El Acantilado ::

Con sus brazos abiertos y por momentos cerrando los ojos, con los pies juntos y las rodillas algo temblorosas, miró hacia abajo, el acantilado medía unos 20 metros, su temor, unos 10 kilómetros, pero su determinación, más de 100 millas.

El sol justo arriba suyo, parecía botar su fuego al acantilado, al mirar abajo, el océano parecía un mar de oro derretido, las rocas justo debajo de él hacían que el agua saltase vertiginosamente en todas direcciones.

Bajó los brazos por un momento y encendió un cigarrillo, mientras lo fumaba, volvió a estirar los brazos, con el cigarrillo en la boca y casi sin inhalar nada.

-No sería malo caer y bañarme en oro, un final de película, pero las rocas tal vez ni me dejen tocar el océano. Mejor será que me apresure a conseguir mi último regalo, justo ahí abajo, tal vez aprenda lo que se siente volar en el trayecto. -pensó en voz alta.

Mientras esbozaba una sonrisa, una niña caminaba cerca de la ruta, por donde su auto estaba estacionado, a unos cuantos metros del acantilado.

Su ropa estaba sucia, seguramente venía del pueblo más cercano, a unos 5 kilómetros, no se veía tan cansada, ni sedienta, pero no tenía nada de normal verla ahí.

Mientras el hombre la miraba con sorpresa y algo de indiferencia, la niña le devolvió la mirada y luego se acercó algunos metros.

-¿Qué hace ahí con los brazos abiertos? ¿Va a saltar señor? – Le preguntó al hombre en el típico tono de un niño que hace muchas preguntas.

-Pues claro niña, ustedes siempre hacen preguntas tontas.

La niña dio un paso más cerca del hombre y formuló otra pregunta.

-¿Si cae desde aquí se va a morir?

-¡Pero mira esas preguntas! ¡Pues claro, esa es la idea!

-¿Y por qué quiere tirarse de aquí y morir? ¿Está triste?

El hombre bajó los brazos, se sacó el cigarrillo de la boca y lo tiró al suelo, luego procedió a pisarlo.

-¡Triste! ¡Ja! Eso se queda más que corto, nadie se va a suicidar sólo por estar triste niña tonta, mucho más que estar triste se necesita para hacer esto. Mira, cuando se está demasiado triste se puede decir que uno está deprimido, cuando se está deprimido por mucho tiempo, se siente mucho dolor, y cuando el dolor es demasiado fuerte y constante, y sabes que no tiene remedio, que jamás pasará, entonces estás en un estado en el que no vale la pena seguir viviendo. Eso es lo que siento yo y aunque no creo que lo entiendas te lo digo sólo porque me has hecho enojar bastante. – La niña dio otro paso más cerca del hombre y lo miró confundida, sus rodillas parecían flaquear en algunos momentos, ahora sí parecía cansada.

-¿Pero dónde es que le duele tanto? ¿Ni los doctores pueden curarlo?

-¡Niña tonta! ¡No entiendes nada! No es un dolor en el cuerpo, es algo que se siente por dentro, un agotamiento que no termina nunca, es un dolor en el corazón, en el alma, no te deja dormir, ni pensar, te nubla entero y no se puede comparar con un dolor físico porque es mucho peor. ¿Tienes alguna idea de lo que hablo?

La niña miró hacia el cielo, sus ojos, aunque el hombre no lo habían notado, parecían irritados, como cuando se llora por mucho tiempo, su boca apenas se abría para hablar.

Luego de mirar al cielo algunos segundos, asintió con la cabeza y se acercó dos pasos al hombre.

-¿Qué, acaso me entiendes niña? Creo que no te queda claro. Mira, esto no lo digo yo, pero lo he comprobado y quien lo dijo tenía razón. En la vida hay dos regalos que nos hacen a todos, sólo dos regalos que nos llegan con seguridad, el primer regalo es el dolor y el segundo regalo, la muerte, es el que borra todo lo demás, y en mi caso todo lo demás que queda es el dolor, así que para borrarlo por completo, voy a reclamar mi otro regalo, la muerte, y así terminará de una vez todo. Porque las otras cosas como la felicidad, llegan y se van, y no son fáciles de encontrar, yo ya las he conocido, pero de eso ya hace mucho, y se muy bien que no lo tendré de nuevo, así que mejor no dejar que el dolor me siga haciendo olvidar las cosas buenas que he sentido.

¿Ves como te lo he explicado con peras y manzanas?-

La niña se volvió a acercar al hombre, ante un poco de sorpresa de este.

-¿Puedo ir con usted? Yo también quiero devolver mi primer regalo, a quien sea que me lo haya dado, no lo quiero más. Además esas otras cosas de las que habla no las he conocido, no entiendo lo que es la felicidad, pero el dolor, como usted dice que es, me parece muy parecido a lo que yo he sentido siempre. Desde que estoy sola, desde que tengo memoria, me parece que a usted lo encontré para que me ayude a buscar mi segundo regalo señor-

Primero una cara de odio, de ira, se le desfiguraba la cara de los gestos que hacía, el hombre estaba perplejo, luego empezó a sentir empatía, pena por la niña, por qué alguien tan pequeño, una niña tan hermosa aunque tan desarreglada podía hablar así, ¿era culpa suya por explicarle esas cosas que no eran para un niño? Su cara cambiaba de colores, no sabía qué hacer, bajó los brazos que antes había vuelto a poner en posición de vuelo kamikaze, pensó un rato y finalmente le dirigió la palabra a la niña, aunque su voz…apenas se escuchaba.
-Niña, niña estúpida, cómo un ángel como tu puede hablar así, ¿Que no has conocido la felicidad y esas cosas? Mentira, los niños olvidan con facilidad cuando pasan por malos momentos, ¿me entiendes? Estoy seguro de que has conocido el cariño o el calor de alguien, tiene que haber sido así, si ahora no puedes recordarlo, ya lo harás después, en un momento de tranquilidad, cuando seas mayor, después de vivir muchas cosas, no pienses en hacer lo que yo haré, porque esto es para alguien que entiende muy bien que ya no tiene esperanzas-

Sin darse cuenta, se había acercado mucho a la niña, al mirar hacia abajo no se veía el océano de oro derretido, por unos cuantos metros estaba lejos de la muerte, pero más estaba preocupado ahora de la pequeña.

-Señor, si yo no puedo recordar, ¿por qué usted si? ¿y por qué si lo recuerda, de todas formas quiere morir? Si al menos yo pudiera recordar esas cosas que usted dice, o al menos volver a vivirlas, no creo que sería tan tonta para querer hacer eso.

El hombre se dio vuelta lentamente, y comenzó a caminar nuevamente hacia el borde del acantilado, mientras caminaba, dirigía palabras a la pequeña que estaba a su espalda.

-Mira, pequeña tonta, no puedes pedirme que yo no sea un tonto, si no entiendes nada, yo ya no tengo nada que hacer aquí, voy por mi regalo, ya estoy muy cansado, así que tu puedes- Justo en ese momento, se interrumpió su discurso de golpe, con una rara sensación en todo su cuerpo, sus ojos comenzaron a botar lágrimas como si ya no las quisiera dentro. La mano de la pequeña había sujetado de pronto la suya, y con la otra estaba abrazada a su pierna.

-Por favor, enséñeme, o ayúdeme a recordar, no quiero más este vacío, si no me ayuda entonces prefiero saltar con usted, por favor… Necesito alguien en este mundo, usted ha sido el único que me ha entendido, por favor…

Por diez minutos, se quedaron así, sin decir palabra. Luego, sin soltarse de las manos, saltaron hacia lo que ambos desconocían, hacia emociones diferentes tal vez, ambos dieron la vuelta y comenzaron una vida juntos, habiendo encontrado eso que habían perdido, para ella, tal vez el calor que la haría fuerte en el futuro, él, tal vez encontró una flor a la cual regar con el cariño que aún quería entregar, y que le correspondería con la felicidad que había dado por perdida.

Ambos, en el vehículo del hombre, se dirigían a cualquier lugar, hablando sobre cualquier cosa, pero ambos riendo y tratándose de tonto el uno al otro, con algo de miedo, tal vez más miedo por intentar hacer feliz a la otra persona, que por la felicidad propia, ese sentimiento que se conoce como amor, pero tal vez, mucho más que eso.